Otra vez con la mano en la entrepierna
Por José Luis Fernández
Un concejal que se pasa seis meses haciendo novillos de la asamblea popular (o Pleno municipal) se retrata ya a sí mismo sin necesidad de que lo hagamos los demás. Y si es el mismo que se masajeó los genitales delante de una cámara de televisión como argumento en una negociación con la Policía Local de Ibi, el retrato tiene más matices que un personaje dentro de un cuadro de Goya.
En resumen: que hace algo más de tres años se pasó por el forro -nunca mejor dicho- a unos sindicalistas; y ahora vuelve a hacerlo, pero con sus compañeros del PSOE. La pregunta que podríamos hacernos los ibenses es cuántas veces se habrá echado mano a la entrepierna Rafael Martínez Aís a nuestra salud, la de todos los contribuyentes. Nada menos que desde 1979 ha estado cobrando más o menos una pasta gansa de nuestros impuestos. Los cuatro primeros años, en la oposición, no nos resultó muy caro, pero los ¡20 años! en los que tocó poder, a razón de entre seis y ocho millones de las antiguas pesetas, de media, tirando por lo bajo, nos redondean una bonita suma que se acerca al millón de euros, de los de ahora.
Y eso, sin contar el tiempo que estuvo cobrando como teniente de alcalde-concejal liberado y también como diputado provincial, una triquiñuela ilegal que le frustraron desde la oposición... Algún lector, además, dirá que este recuento se queda corto al lado de los negocios privados, pero estas cuestiones son siempre lícitas mientras no se demuestre lo contrario.
Nada menos que un millón de euros públicos invertidos en un representante del pueblo al que ni sus propios compañeros de partido político pueden ver (más que nada, porque está desaparecido) y al que han tenido que llamar la atención en público, con un comunicado, para que devuelva de una vez su acta de concejal, por decencia.
Ahí queda ese 'muerto' en las conciencias de quienes lo metieron seis veces en sus listas cerradas para que las urnas lavaran higiénicamente una reputación con más manchas que un dálmata. Aunque en la conciencia del concejal no habrá remordimientos, porque si existe, nadie la vio.
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