ANTE LA CRISIS (II) DEMAGOGIA O SENTIDO COMÚN Y ECONÓMICO
Vivíamos los felices años 2000, tras el cambio de milenio, no sólo no llegó el apocalipsis ni el temido Efecto 2000 informático, sino que apadrinó uno de los periodos de prosperidad económica mayores de nuestra historia moderna.
Realizando un símil entre familia y economía; el padre y la madre trabajaban, habíamos contratado una señora inmigrante que cuidaba de la niña pequeña y hacía tareas en casa, el hijo mayor gastaba mucho y estudiaba poco, pero ya se sabe ¿qué no hacen unos padres por sus hijos?. Vestimos con ropa de marca de “importación”, mucho más “fashion” que las españolas, cada fin de semana salimos de cena, al cine, de copas ya hemos conocido donde esquían los Reyes y otros protagonistas del “papel cuché”. Por supuesto, nos hemos mudado a una casa más amplia que nuestro anterior pisito y el coche, que ya tenía doce años, lo hemos cambiado por uno alemán o japonés.
Todo marchaba relativamente bien, confianza y expectativas de éxito futuro nos hacían acudir a los bancos con alegría para que nos financiaran, a bajos tipos de interés, todo ese carrusel de gastos e inversión a base de tarjeta de crédito, préstamo fácil e hipoteca. Ningún problema, pues papá y mamá cada mes llevaban su nómina a casa.
Pasan los años y el hijo mayor no consigue encontrar trabajo “digno” pues su preparación y “competitividad” andan por los suelos, la empresa de mamá ha cerrado y los socios se dedican a importar sus productos, mucho más baratos en China e India, hemos tenido que despedir a la empleada del hogar que está pensando en volver a su país, dejando sin pagar un piso que adquirió aquí con una financiación del 110% de su valor de tasación.
Llenar la nevera, el depósito del coche o pagar las facturas de gas o electricidad nos cuesta mucho más cada año, y lo que es aún peor, la empresa donde trabaja papá está preparando, se rumorea, un ERE (Expediente de regulación de empleo) y no sabemos qué puede pasar. Por si esto fuese poco, hemos decidido vender la casa y volver a nuestro pisito, que teníamos alquilado a una pareja de un país del Este y que se han ido a vivir con unos familiares al perder su empleo. Cuando conseguimos vender la casa a unos jóvenes ejecutivos, horror , no les conceden la hipoteca suficiente en ningún banco pues la situación financiera está fatal.
Esta situación es fácilmente trasladable a la economía local de muchos ayuntamientos. Nos hemos endeudado en equipamientos sociales, culturales, deportivos y de otra índole que además suponen un gran coste de funcionamiento y mantenimiento posterior, hemos obtenido grandes subvenciones y facilidad en el crédito pues el nivel de ingresos públicos también era muy alto. Hemos asumido competencias que no nos correspondían pero que no podíamos desatender hacia nuestros “hijos”, los ciudadanos. Cada ocasión era festiva. Hemos empleado a muchas personas pues cada vez hacíamos muchas más cosas también, el bienestar y la satisfacción del ciudadano alcanzó sus máximas cotas.
Ahora el cuento ha cambiado, los ingresos por algunos conceptos se han desplomado y hay que seguir manteniendo los niveles de satisfacción alcanzados.
En este estadio de cosas caben, al menos, dos posturas:
Primera postura.- La que desde muchas “oposiciones” se plantea, demagogia en mi opinión, como es reducir los gastos de comunicación institucional, gastos suntuosos o dietas, congelar los sueldos de los políticos y medidas similares. Si me permiten la expresión, “el chocolate del loro”, un gesto quizás pero al final, una cantidad ridícula en relación al presupuesto global de un Ayuntamiento.
Segunda postura.- Analizar la nueva coyuntura y decidir en consecuencia. Qué servicios son esenciales, cuáles no lo son, qué medidas descargan de gasto a la Administración, cuales deben mantenerse “cuesten lo que cuesten”. Sobre todo, pensar estratégicamente, algo difícil en política dado el cortoplacismo electoral, preparar el futuro y ofrecer mecanismos de apoyo al mantenimiento de la actividad económica en primer lugar y de creación de oportunidades futuras para todo tipo de iniciativas que puedan generar riqueza y empleo. Esa es la auténtica respuesta a la crisis, en mi opinión, y lo que haría un buen padre o madre de familia.
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