Abanderadas
Por Antonio Castelló
En el mes de noviembre de 1599, Juan Alfonso Pimentel de Herrera, virrey de València, remite a Ibi una orden para que, de inmediato, se confeccione una bandera y sus correspondientes atabales. Las autoridades ibenses viajaron a València para aclarar las cosas y a la vuelta determinaron “que.s faça la bandera que lo Virrey de València los ha manat”. Unos meses antes, el 21 de enero concretamente, en una solemne ceremonia efectuada en la iglesia de San Salvador, había tomado posesión del cargo de “adjunt de batlle” Francésc Pérez. Los Pérez tomaban así el poder político municipal de Ibi para todo el siglo XVII.
Es la primera mención que tenemos sobre banderas en la historia de Ibi y, especialmente, de la que tendría que ser la representación de la institución municipal.
Más adelante vendrían otros casos de confección de estandartes representativos de cofradías como el de la “del Nom de Jesús” en 1622 y el de la “del Santissim Sacrament” en 1664. También la toma de una bandera a las tropas austracistas en 1706 y la conservada por Pedro Corbí hasta su muerte “de tafetán” tendrían su particular peripecia.
Vemos, pues, la importancia de la bandera, o banderas, a lo largo de la historia por lo que tiene ésta de símbolo de identidad de personas e instituciones y, naturalmente, Ibi no podía sustraerse al hecho de que las banderas fuesen protagonistas en algún que otro acontecimiento histórico.
La cuestión ha continuado hasta nuestros días y muestra de ello son las que han confeccionado cada una de las catorce comparsas y las distintas cofradías de Semana Santa. Causa extrañeza, pues, el que la más antigua institución cívico-religiosa como es la Cofradía de Nuestra Señora de los Desamparados, no tenga su propia bandera o estandarte.
Pero, hablemos hoy de Abanderadas; de las de las comparsas, claro. Sinceramente creo que Ibi, casi sin proponérselo, solventó la tan traída y llevada participación femenina en las fiestas de moros y cristianos de manera magistral. Miremos un tanto atrás.
Es al final de la década de los años veinte del pasado siglo XX cuando se afianza el cargo de abanderada. Antonia Sanjuán por los Argelianos y Amparo Lloret por los Chumberos son las pioneras. La participación femenina está, pues, zanjada. Desde entonces, el número de comparsas ha crecido; también han crecido los boatos de las mismas desvirtuando un tanto lo que es en esencia el significado del cargo: ser símbolo o guión de la comparsa. Recuerdo con cariño algunas abanderadas, bien por amistad personal, bien porque su porte y su figura las han hecho memorables. La lista se alargaría en demasía. Sólo mencionaré a una. Simplemente por la proximidad en el tiempo: a Ariadna Brotons Cuevas, de los “Contrabandistas” —sueño y misterio en sus ojos negros. Ser o no ser de estirpe andaluza— a quien para nada le hacía falta la alfombra roja del Kodak Center. El asombro de sus paisanos bastaba para tapizar su paso, mostrando orgullosamente, detrás suya en una pequeña carroza, la bandera de su comparsa.
Leo ahora, en este mismo medio de comunicación, que este año han faltado a la cita de “la volta al castell” cuatro abanderadas. Demasiadas.
Sinceramente deseo que por el ornato de la Fiesta la cuestión se solucione. Tiene ya demasiado arraigo y demasiada importancia el cargo para que falte a la anual cita septembrina.
[volver]