Desventurada plaza
Si hay algún escenario de mi infancia que tiene la misma importancia ahora que tenía entonces, ese lugar es la Plaza de la Palla. En aquella época, años 60 y primeros 70, jugábamos a parao allí enjambres de niños que molestábamos a todos los que paseaban por allí camino de los cines, de la Glorieta o de la Iglesia. Era una plaza abierta con coches que la cruzaban de arriba a abajo y de oeste a este; una plaza con jardineras, con motos aparcadas, con dos árboles frondosos y una cruz de los caídos.
Esa plaza ha ido sufriendo transformaciones con cada gobierno municipal; Salvador Miró, Vicent García y Maite Parra. Parece que cada alcalde ha querido dejar su impronta en el espacio mas querido por los ibenses y hay que pensar que todos lo han hecho con la mejor intención estética y urbanística; otra cosa son los resultados finales que van desde las burlas que despertó el monolito fálico que levantó Salvador Miró hasta los actuales bancos de estación de tren que nos ha puesto Maite Parra.
Ya hecha la plaza hay que dinamizarla y ya que no van a volver los tiempos en los que la gente se dedicaba a pasear por ella los fines de semana hay que darle sentido a este espacio remozado y; por ejemplo, acabar el cine Río de una vez o dejarse de obras en la zona para que a los comercios les apetezca instalarse en un sitio sin pasarelas de metal o materiales de construcción y la gente se anime a comprar en ellos.
P.D.: Todavía me estoy acostumbrando a la grisalla sucia que es ahora el suelo de la plaza pero a lo que no creo que me acostumbre nunca es a esa especie de búnker siniestro en que se ha convertido el Hotel Plata. Ya le llama la voz del pueblo "el castillo de Mordok".
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