Un paso esperanzador
por J.J. Fernández Cano
Resulta gratificante ver que nuestros políticos –aunque no tan a menudo como sería deseable– se tienden la mano con el fin de solucionar problemas que atañen a nuestra comunidad.
Tan digno de alabanza es el gesto del Sr. Ignasi Pla, ofreciendo la decidida colaboración de su partido para enmendar el camino sobre la actual ley urbanística, como la buena disposición del presidente Sr. Camps, aceptando de inmediato el ofrecimiento y conminando al conseller de Territorio y Vivienda, Rafael Blasco, a comenzar a esbozar la elaboración de un plan serio y sincero, en el que habrán de trabajar conjuntamente los dos partidos mayoritarios de nuestra comunidad.
Miel sobre hojuelas. Todo parece una fábula, justo lo que necesita nuestra comunidad para frenar el salvajismo urbanístico que viene sacrificando los rincones más bellos en pro de una especulación desaforada, especialmente en la zona costera, en donde lo matado, ya muerto está, con la imposibilidad de volver al punto en el que se equivocó el camino.
Sería absurdo negar que esta proliferación urbanística desarrollada en los últimos 50 ó 60 años bordeando las zonas de playa, ha proporcionado a la economía de las tres provincias una de sus principales fuentes de beneficios, algo que de ningún modo se debía desdeñar, aunque no es menos justo reconocer que este boyante negocio y las necesarias infraestructuras para su buen funcionamiento, se han llevado a cabo dentro de una esquizofrenia y un afán de lucro que ha asfixiado cualquier medida preventiva, o freno, que pusiera veto a la sistemática crucifixión de muchas zonas emblemáticas cuya sencillez y encanto, eran, precisamente, la miel que atraía a tantos turistas, tanto extranjeros como nacionales.
Argumentar que se podrían haber conservado aquellos pueblecitos blancos de pescadores con todo el encanto de su pequeñez, más que una ingenuidad es una memez, puesto que el turismo que aquello podía cobijar no reportaba beneficios económicos ni para que los valencianos saliéramos de las humildes alpargatas, pero sembrar estos poéticos lugares de altísimos e infames edificios ha sido una auténtica salvajada; podían haber elegido en sus planes urbanísticos una cosa intermedia, algo más respetuoso con lo que ya había.
En fin, nos conformaremos con la esperanza que proporciona saber que hay una intención de, al menos, frenar el desaguisado.
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