Vaya pata de ladrones
Por José Luis Fernández
Hay que tener mala uva para robarle sus patatas a Paco El Gran (Francisco Rico, con todos mis respetos). Cuando dejo mi coche aparcado en una ciudad, por si acaso a algún bribón le dan ganas de apropiarse de mis humildes pertenencias, escondo la radio (no vale ni 10 euros, pero no quiero que me rompan las cerraduras) y cualquier otro objeto electrónico tentador.
En cambio, si llevo comida, la dejo a la vista sin tomar precauciones: si alguien abre mi coche para comer, bienvenido sea. Es más, aunque no lo crea nadie, si el caco se espera a que yo vuelva, hasta le invito a un bocadillo de calamares en el bar más próximo.
Suena a tópico pero no me importa: quien roba para comer, está más que perdonado. Y hasta para divertirse… en alguna ocasión, me encontré mi utilitario con las ventanas abiertas, restos de tabaco picado (para los porretes) y las cintas de música revueltas encima de los asientos. O sea, que se animaron con mis canciones, se entonaron con los ‘cigarrillos de la risa’ y luego se marcharon. Me alegro.
Eso es una cosa, pero arrasarle el patatal a este buen hombre de Castalla, de noche y con alevosía… sólo pueden hacerlo unos desalmados. 500 kilos de cualquier alimento no se roban para comer, sino para comerciar. Y no me parece honrado hacer negociete con el sudor de un labriego que ha tenido que darle a la azada y regar todos esos caballones de patatas.
A ver si por lo menos, sus vecinos y conocidos le organizan a Francisco Rico un festorro para animarle la vida. Una buena cena en la que en el menú, por supuesto, no falten las patatas, aunque sea a lo pobre.
[volver]