1907-2007
Por Antonio Castelló
Hace exactamente cien años, el 5 de julio de 1907, se presentaba en el Senado de la nación un proyecto de ley en el que en su artículo 1º decía: “Se rehabilita la concesión del ferrocarril económico de Alicante a Alcoy, por Agost, Castalla e Ibi, con un ramal al puerto de Alicante”. De sabido se calla: comenzaron las obras y nunca terminaron. Cinco años antes se había aprobado el proyecto, y ese mismo año comenzaban los hermanos Payá la fabricación en serie de juguetes de chapa. El verdadero ferrocarril, pese a la necesidad que de él tenía toda la comarca, nunca partió de ninguna estación. En cambio, los Payá sí lanzaron sus pequeños trenes por toda la geografía española.
Continuemos. La luz eléctrica iluminaba ya casas y calles y el teléfono, aunque con ciertas dificultades, disponía de un locutorio público financiado por el Ayuntamiento desde 1906. Todo ello era un esperanzador inicio de siglo. Sin embargo, la realidad social ibense era un tanto preocupante.
La crisis del llamado movimiento “luddista” de 1821, en que la importación de máquinas en Alcoy provocó desórdenes y quema de fábricas por la merma considerable de necesidad de mano de obra para la industria textil —tanto de Ibi como de otras poblaciones vecinas a Alcoy—, a la par que deudas contraídas por el municipio tres siglos antes, hizo que el desarrollo ibense quedase prácticamente paralizado en el siglo XIX. Sólo quedaba la recogida de nieve y la consiguiente diáspora anual “dels geladors” y, posiblemente, acudiendo a los préstamos de temporada tal como en el siglo XVII y XVIII se hacía para acudir a la feria de Medina del Campo.
Viene a corroborar lo anterior, dos crónicas escritas hace un siglo y publicadas en el Heraldo de Alcoy el 19 y 20 de septiembre de 1907. Son dos artículos dirigidos en forma de carta al director del periódico alcoyano escritos con ocasión de las fiestas septembrinas del año citado, analizando, críticamente, la situación social del momento.
Ninguna frivolidad para empezar: “[...] ¡Triste porvenir el de esta localidad, si la sana razón no infunde sucesivo desarrollo, totalmente opuesto, en nuestra manera de sentir! ¡Desgraciado vecindario, si, posteriores empresas —que yo veo muy difíciles— no se encargan de decapitar los funestos efectos de la usura, asquerosamente monopolizada por unos cuantos manipulantes!”.
Posteriormente, el cronista pasa a dar detalle de las fiestas ya celebradas y las novedades puestas en práctica ese año: Moros y Cristianos gracias a la munificencia de don José Pérez Caballero —que parece pagó la pólvora para la batalla—, la misa de campaña al pie del castillo en su ubicación actual, la feria —que por cierto tuvo gran éxito—, y la iluminación con focos de luz eléctrica de la imagen de Nuestra Señora de los Desamparados gracias a don José Pérez Vidal, propietario de la estación de fluido eléctrico.
Ahora, en la actualidad, la situación es muy distinta: Ibi tiene más de veinte y cuatro mil habitantes, varios polígonos industriales donde la diversificación de su industria puede dar sus frutos y la voluntad decidida por acudir a cualquier evento internacional donde presentar sus productos. Es la misma voluntad histórica de 1526, de 1578, de 1629 y de 1907. En un futuro próximo, nuevas vías de comunicación vertebraran las comarcas centrales valencianas y a la cornisa mediterránea en general. El estudio sosegado de lo sucedido durante el siglo XX puede mostrar, sin duda alguna, las claves para que Ibi pueda liderar —sin menoscabo del desarrollo de otras poblaciones— un esperanzador proyecto social y económico para toda la comarca en el siglo XXI. Ibi tiene la palabra.
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