San Obama
Seguimos cuesta abajo en la destrucción, o desaparición de puestos de trabajo, y a la cosa no se le ven trazas de arreglarse; las comarcas de L´Alcoiá, el Comtat y la Foia ya cuentan con la friolera de una cifra global de 12.509 desempleados. Aunque, en un legítimo intento por no caer en el pesimismo –siempre se dijo que hay que mirar al futuro con confianza, ya que el mundo no se acaba detrás de la esquina– la situación por la que atravesamos las clases trabajadoras nos va a poner a prueba, está llegando el momento, ha llegado ya, de “apretarse los machos”, como se diría en términos taurinos.
Por nuestro propio bien, debemos ir concienciándonos de que los pobres no somos ricos, como nos había hecho creer la euforia de nuestros políticos de los últimos tiempos (del tinte que fueran) y el mal ejemplo que nos han venido dando con sus propios despilfarros, con sus gastos injustificables y en muchos casos injustificados.
A la caída libre del empleo, dentro y fuera de nuestras comarcas, hay que añadirle el no menos preocupante desplome de mini-empresas, pequeños negocios, trabajadores por cuenta propia que han venido suponiendo un sector de vital importancia en nuestra economía y que, desde hace unos meses, se están dando de baja a bandadas. Lo lamentable en estas situaciones de estrecheces económicas, es que siempre terminan pagando los platos rotos los mismos.
No consuela demasiado constatar que tenemos un Gobierno Central abrumado, al que los graves problemas que nos agobian están sobrepasando su capacidad de reacción y, para colmo de males, una oposición enfrascada en sus guerras intestinas, más esforzada en hacernos saber lo mal que están las cosas que en proponer soluciones para siquiera, hacerlas más llevaderas; parecen empeñados en que se hunda la masía, para aprovechar el solar. De los gobiernos autonómicos tampoco se puede hacer carrera, porque andan ocupadísimos en sacar la mayor tajada posible del pastel presupuestario, siguiendo el lema de: “maricón el último”.
A pesar de lo expuesto, no hay que caer en el pesimismo, el cambio de emperador en los Estados Unidos de América ha despertado unas expectativas que nos hacen concebir la esperanza de que nuestro mundo Occidental tiene posibilidades de enderezar el camino de degradación por el que venía transitando. Nunca confié en milagros, pero si hay algún dios en alguna parte, le pido humildemente que le ayude. Tampoco creo que este beneficioso cambio en el orden mundial restablezca la normalidad laboral en nuestras comarcas, al menos de forma inmediata –no soy tan ingenuo– pero el hecho de que el belicoso Bush haya dejado de gobernarnos, ya se puede considerar casi un milagro, viene a ser como librarse de un loco con los bolsillos llenos de bombas.
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