Amor al terruño
Juan José Fernández Cano
Que la agricultura, como medio de subsistencia, siempre fue ingrata, es algo que nadie duda, ni siquiera cuestiona. Entre otras muchas, una de las más evidentes pruebas que avalan tal afirmación, es la imparable huida de campesinos de sus tierras de origen hacia zonas más favorecidas por actividades como son la industria o los servicios. Estas corrientes migratorias alcanzaron su máxima expresión en los años 50, 60 y 70 del siglo pasado, llegando a suponer un cambio tan brusco en nuestras formas de vida, como no había registrado la sociedad española en toda su historia.
Todo parecía indicar que los campesinos habíamos decidido y, logrado al fin, vengarnos de la desagradecida tierra que nos había esclavizado generación tras generación, regando sus terrones con sudor y partiéndonos el espinazo sin más recompensa que unas alpargatas rotas y una sartén de migas o papas fritas. Nos habíamos vengado de la ingrata tierra de la forma más despreciativa: volviéndole la espalda y caminando sin girar siquiera la cabeza.
Sin embargo la cosa no acabó ahí, en nuestra comarca tenemos la prueba más palpable: apenas queda un palmo de terreno que no esté cultivado y además, cultivado con esmero pues, si bien es cierto que en nuestra comarca son muy pocas las familias que viven del cultivo de la tierra –o al menos exclusivamente de dicha actividad– no lo es menos que son, igualmente muy pocas las familias que no tienen un vínculo con nuestro suelo cultivable, en mayor o menor medida: una pequeña parcela o una caseta de campo; un puñado de árboles cuidados con esmero. Hablan por sí solas las cosechas registradas en las cooperativas agrícolas de las últimas décadas, superando en cantidad y calidad las de toda su historia.
La idea de que ASAJA abra en Onil una oficina para los agricultores de la comarca es digna de alabanza por la valiosa información que habrá de proporcionar a todos los agricultores de la Foia, chicos y grandes. La agricultura en estas tierras de montaña, no produce grandes cantidades de productos, comparada con fértiles valles como los huertos valencianos o murcianos, pero su género es de una exquisita calidad. Merece ser protegida.
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