Algo para recordar de las Fiestas 2006
Antonio Castelló Candela
Siento de veras disentir de, por lo menos, el título del editorial del último número de este mismo periódico, máxime cuando la hospitalidad que de siempre ha brindado a mis escritos ha sido proverbial. Pero me duele la severidad de criterio en los fallos habidos en el desarrollo en alguno de los actos de las fiestas recién celebradas emitidos por este mismo medio. Es posible que, el cabal conocimiento de las causas por quien tiene el pulso tomado, día a día, de la sociedad en que convive, le otorgue cierto derecho a apuntar de un modo más sincero los errores de tal o cual cuestión. Pero, ¿qué quieren que les diga? Me duele. Aunque forastero, hablo con cierto conocimiento de causa, pues este mismo año de 2006 se cumplen cincuenta de mi primera visita a las fiestas de Ibi. Sí, fue en 1956, y me hospedé, junto con un amigo, en el hostal del Laurel. Pero, dejemos la historia y vayamos a lo que nos ocupa, que luego mi buena amiga Pilar Luz me reprende por la extensión del escrito.
Procuraré ser conciso; el lograrlo, más difícil. En la entrada de Cristianos, el Capitán Luis Miguel Pina y su boato: austero, sumamente acorde con su bando y con una abanderada, Estela Pina, espléndida. Lo espectacular y lo barroco no tienen por qué ser garantía de mejor. Una muy buena capitanía. Al final sí, la entrada se retrasó.
En la de Moros, el Capitán Pepe Ramírez y su boato funcionaron como una máquina perfectamente engrasada. Creo particularmente que, sin una escuadra especial de dudoso gusto y una ubicación más adecuada de la Abanderada, Sonia López, la capitanía de los Almorávides hubiese sido perfecta. Las bandas ofrecieron un verdadero concierto de música festera. Después del Capitán las cosas fueron torciéndose: primero, poco a poco; después, al anochecer, ya lo sabemos.
La cuestión es sencilla y complicada a la vez: ¿público y espectáculo?, o... los festeros y su derecho a disfrutar del “Passeig”—aunque dudo que disfrutasen sin público—. Las dos cosas pueden compaginarse, naturalmente, pero hace falta buena voluntad por parte de los festeros, mucho más que la simple disciplina. Pueden creerme, el que firma estas líneas tiene cierta experiencia en estas lides. Hay que intentarlo.
De los actos del sábado y el domingo por la mañana no puedo opinar, no asistí. Sí a la procesión del domingo por la tarde, y me pareció solemnísima y espléndida, en especial, todo el grupo de Camareras de la Virgen ataviadas con teja y mantilla en celebración de los varios aniversarios celebrados en honor de la Patrona de Ibi. Era impresionante ver a las varias generaciones de mujeres ibenses que en unos u otros cargos habían representado la devoción que los fieles tienen a su Patrona y, también, a los distintos festeros que como una piña empujaban el trono de la Virgen. Por cierto, me extrañó que la imagen de la Patrona no vistiese las prendas que estrenó hace 150 años. ¿Por qué no las lucía?
Querida Pilar: todo lo anterior son impresiones fruto de mi afecto por Ibi, ya lo sabes, y me dolería que se sacasen torcidas interpretaciones de lo apuntado. La Fiesta ibense será lo que quieran los ibenses y nada hay que no pueda resolverse con una pizca de buena voluntad. Seguro.
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