Carne de gallina
Pues sí, les aseguro que no exagero ni un pelo, al decirles que no puedo evitar que las uñas de los pies se me claven en la base del calzado cuando veo a la endiablada velocidad que circulan los vehículos en nuestro pueblo, sobre todo, en ciertas avenidas o travesías. Podría poner como ejemplo varias zonas, pero me limitaré a la Avenida de la Provincia, que discurre entre los barrios Sagrada Familia y Nuevo Ibi.
Hace un buen puñado de años, este tramo de asfalto (llamado entonces por los ibenses carretera de Alicante) vistió de luto a varias familias, parece ser que ya en aquel entonces, muchos automovilistas tenían la idea de haber dejado el pueblo atrás o, de no haber entrado en él, según qué dirección llevaran. Hoy, después de tanto tiempo, continúan circulando por ella automovilistas irresponsables que conservan la misma idea. La angosta carretera pasó a ser una amplia avenida con doble dirección y estos adictos al acelerador se han hecho las cuentas de que “galopan” por un tramo de autovía: multiplican por tres los límites de velocidad y hacen caso omiso de pasos de peatones y hasta de semáforos en rojo.
Hasta hace unos años, todavía podíamos ver a alguna pareja de policías municipales o de guardias civiles repartiendo sus recetas, que solían calmar los ímpetus de estos “héroes” del volante aunque fuera por un rato; de un tiempo a esta parte por aquí no se ve a una autoridad y si los ves, van de paso.
El seto vegetal que divide la avenida queda muy bien como cosa ornamental, pero forma parte del cepo que conforma la travesía, porque impide a los automovilistas ver si algún peatón se propone cruzar los carriles, de forma que si el viandante comete la ignorancia de cruzar, confiando en su semáforo en verde, y coincide con cualquiera de los muchos energúmenos que se saltan el semáforo en rojo, tiene muchas posibilidades de terminar hecho un guiñapo. Los vecinos de estos barrios oímos a menudo el chirrido de unas ruedas al arrastrarse por el asfalto, al final de la frenada se oye ¡Prat! Y al rato el ulular o sirena de ambulancia o policía, la cosa, hasta ahora, se ha venido saldando con: trabajo para los chapistas, algunos puntos de sutura, trasiego de papeles para aseguradoras y bragas o calzoncillos pidiendo jabón a gritos, afortunadamente, no ha habido cosas graves que lamentar, parece ser que por estos lares tenemos unos Ángeles de la Guarda que duermen con un ojo abierto, como las liebres, pero uno se pregunta: ¿hasta cuándo durará nuestra buena estrella?
En esta travesía terminarán poniendo lomos, velocidad controlada por radar o, quién sabe qué medios para paliar el tremendo peligro que se cierne como espada de Damocles sobre pescuezo de viandantes, especialmente niños y viejos y, yo me pregunto y les pregunto a quienes tengan una respuesta: ¿no sería más conveniente poner esos medios ahora, y no después de que haya ocurrido alguna desgracia?
[volver]