‘El Pedal Ibense’ practica el ciclismo puro y duro
Paco Torres/Ibi. Por segundo año consecutivo, he tenido el gustoso honor de acompañar como vehículo de apoyo a estos ciclistas de la Peña ‘El Pedal Ibense’ en la etapa maratoniana que vienen efectuando varios de sus componentes, y que cumple ya su quinta edición.
Este año, el desafío a ellos mismos eran los 300 kilómetros que había que recorrer y que son los que tiene la etapa ya efectuada.
La salida y punto de reunión fue la gasolinera de dalt: así, el sábado 26 de agosto, con la presencia de ocho ciclistas o corredores, se inició este acontecimiento deportivo.
Entre risas, empujones y bromas emprendimos el camino hacia Alcoy, Cocentaina, L'Alqueria D'Asnar, Benimarfull y Planes; puntos del mapa que fueron cayendo uno tras otro a pesar de la llovizna que amenazaba con aguarnos la carrera, pero a los pocos kilómetros volvía a despejarse el día y, aunque gris, todavía nos dejó seguir nuestra aventura sin mojarnos.
Pedaleando a toda marcha, se fueron dejando atrás sin ningún desfallecimiento los pueblos de Planes, Catamarruch, Margarida, Patro, Benialí, Benirrama, y, pasando Adsúbia, llegamos a Pego, después Sagra, Orba y, por fin, Parcent, donde un suculento almuerzo esperaba a los ciclistas: bocatas, cerveza (poca) y sobre todo agua, muchísima agua, litros y litros embotellados que se consumieron para dotar al cuerpo del líquido elemento perdido en sudor por los corredores en la carretera después de unos 100 kilómetros en las piernas.
En este punto, debo anotar que, por compromisos adquiridos en otros lugares, tres de los ciclistas que iniciaron la maratón necesariamente regresaron a Ibi. Fue muy agradable su compañía y nos dolió que tuvieran que marcharse.
Los cinco restantes (Eduardo, Josema, Lucas, Pedro y Quico, más mi hija Nuria y un servidor -cargados con las neveras a tope de avituallamiento-) retomamos de nuevo la prueba con un aperitivo de 17 kilómetros de subidas por el Coll de les Rates. Aquí sí pudimos, nosotros, los de la moto o, mejor dicho, tronco-móvil, aprovechar para adelantarles en varias ocasiones, detenernos y hacerles algunas fotos mientras ascendían echando el hígado.
Subrayo que era mientras subían, porque en los descensos y curvas tipo ‘paella’ los tíos bajaban a muerte y, a pesar de mis esfuerzos por no perderlos, me fue imposible.
Sinceramente, no quisiera equivocarme, pero en algunos tramos sobrepasaban los 70 kilómetros por hora.
Llegamos a Tárbena, Bolulla, abandonamos también Callosa d’Ensarriá, Polop, La Núcia, Benidorm y otra vez el calvario en las supercuestas hacia Finestrat, Relleu, Aigües y, por fin, Busot.
Hay que lamentar que en la última curva, a tan solo veinte metros del restaurante donde íbamos a reponer fuerzas, Quico Torres, en un ligero descuido, metió la rueda en la gravilla de la cuneta, pegándose un revolcón con arrastre que le causó algunas heridas dolorosas en pierna, cadera y brazos.
Rápidamente, fue atendido por sus mismos compañeros: lavándole las heridas para hacer desaparecer el negro del asfalto, aplicándole buena cantidad de agua oxigenada, mercromina y bolsas de hielo para la hinchazón.
La comida, copiosa, transcurrió también entre chiste
Al ponernos en marcha de nuevo, temíamos que el accidentado no pudiese continuar, acabándose, pues, la aventura para él. Sin embargo, no fue así, puesto que, a la media hora de pedaleo, le desaparecieron los dolores (o lo disimulaba muy bien) y se continuó con grandes tirones de unos y de otros hasta San Vicente.
Otra vez a padecer, ya que con doscientos y pico kilómetros en la espalda te debe de pesar hasta la camiseta, lo digo por intuición.
En San Vicente empiezan las subidas hacia Agost, Novelda, Monóvar, Salinas, Sax y de aquí a Ibi.
Llegada a la gasolinera, después de 303 kilómetros recorridos, contabilizados a una media de 30’4, que, a mi parecer, no está nada mal para este grupo de pedales no ya tan jóvenes, pero con más moral que el Alcoyano.
Abrazos, despedidas, proyectos y promesas para la etapa del año próximo, que esperamos la puedan realizar los mismos, a ser posible acompañados de algún miembro más de la Peña. Pues sería bonito que, en lugar de cinco, fuesen diez o quince ciclistas, ya que es precioso ver esa hilera de corredores luciendo unos maillots tan llamativos y exhibiendo el nombre de Ibi por toda la provincia.
Para mi hija Nuria y para mí ha sido una experiencia fantástica participar, suministrarles sobre la marcha todo cuanto pedían y que llevábamos en las neveras.
Pensamos, si esos ciclistas del Pedal Ibense nos lo permiten, acompañarles de nuevo el año que viene donde quiera que marquen su reto. Ánimo, Pedal Ibense. Enhorabuena por vuestra gesta y hasta siempre.
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