Hortelanos de pelo blanco
José Luis Fernández
De vez en cuando se lleva uno alguna sorpresa y hay que aplaudir a los políticos. Sea idea suya o porque la Agenda Local 21 -ese manual de buenas costumbres que alguien nos tendría que explicar- lo sugería, lo cierto es que los gobernantes del Ayuntamiento de Ibi van a poner otra vez en las manos de nuestros abuelos una azada para que lleven su huertecito... ¡en los parques públicos!
Con vallas para que no les quiten la cosecha, les darán los aperos de labranza... si hasta les van a colocar al lado bancos, no sé si para sentarse a descansar, que a esas edades ya no está la espina para muchos caballones, o para que los mirones les puedan jalear. ¡Ánimo, valiente, a ver cómo tiran esas habas para arriba! Vinga, tío Ximo, que enguany diuen que les tomaques tindran molt bon preu!
De paso, hasta es posible que desterremos esa maldita costumbre de algunos bandarras que revientan los columpios de las glorietas cuando las tuercas todavía están recién pintadas después de haberlos reparado.
Si hay algo que hace agradable habitar una ciudad, villa, pueblo o aldea, son sus zonas verdes. Y tener a nuestros mayores allí en plan hortelano es la mejor contribución que se podía hacer para que esos micropaisajes de naturaleza cobren vida.
Cuenta en estas páginas la concejal de Servicios Sociales, Pilar Ortega, que la artífice es la alcaldesa, Mayte Parra, aunque lo importante es que la cosa se airee y otros ayuntamientos -del signo político que sean- se apunten a esto de los ‘llauros de monyo blanc’, si se me permite bautizarlo.
Incluso podrían más adelante darles algún jornal para que -los voluntarios- les den alguna clase a los chavales que juegan en el parque -también voluntarios- sobre cuándo hay que echar el estiércol, qué influencia tiene la luna, porqué hay que pisar las cebollas... vamos, que además de integración social o como se llame el beneficio sociológico de esta iniciativa, la cosa daría para montar una especie de aula naturista, de divulgación.
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