Por José Luis Fernández Rodrigo
A quienes nos hemos criado en estos pueblos, no nos suena raro un comentario entre profesionales de cualquier ramo que decía más o menos algo así como “tú, artista, que estás hecho un artista...” Pura ironía que se podía traducir como que eras un jeta, un espabilado que se las ingeniaba para vivir del cuento, y no precisamente con la literatura.

Pues estoy seguro de que muchos piensan igual que yo, cuando digo que los de la Sociedad General de Autores (SGAE) son pero que muy artistas, ellos. Acaban de firmar un acuerdo con el Ayuntamiento de Ibi para rebajarles su impuesto surreal que cobran cada vez que hay un evento público con música. ¿Y en esos saraos, por qué no cedemos el micro a grupos noveles, con talento compositor o simples versioneadores, y nos ahorramos este gasto abusivo?

Toda la vida robándonos con precios alpinistas de los discos, y ahora nos salen estos cruzados del copyright a salvar la honra y los cuartos de los músicos. A quien tienen que ir a reclamarles la pasta es a las discográficas, que algunas amasaron tal fortuna que hasta montaron una compañía aérea.

Pero, claro, a esa gente importante, cualquiera les saca un euro, con todos los abogados que tienen.

Es más fácil perseguir al del bar de la esquina, por si pone un dvd en la tele para amenizar unos cubatas de la clientela. Y con toda esa recaudación, ¿ayuda la SGAE a los que están empezando a pelearse con las partituras? ¿O todo es para los consagrados?

Menos mal que hay gente como esos murcianos... ¿Second, se llaman? que lo primero que han hecho es colgar sus canciones en Internet para que quien quiera se las descargue. ¡Viva eMule! Vendan ustedes la música a precio razonable, de bien común, y déjense de inventos artísticos.