Editorial 642
Una de las principales preocupaciones de la población española es, sin duda, la clase política, denominación que cabría añadir a la ya sempiterna diferenciación de clases. Antes había sólo clase baja, clase media y clase alta, con sus respectivas variantes intermedias. Ahora, además, está la clase política, una multitudinaria casta adonde va a parar muchas veces la morralla de guante blanco más mediocre de nuestra sociedad, cuya única vocación es ganar dinero rápido a base de intrigar, marear, engañar, enturbiar, molestar, difamar, negociar, malversar, prevaricar -presuntamente- y una larga lista de verbos de la primera conjugación, aunque también de la segunda (malmeter, entorpecer, esconder) y de la tercera (mentir, dividir y vivir -a lo grande, claro-).
Curiosamente, en el léxico de la mayoría de políticos no aparece el verbo dimitir, pero sí el reflexivo forrarse. Recordemos aquello de “yo estoy en política para forrarme”, frase pescada al vuelo hace años por un micrófono indiscreto, y atribuida a Eduardo Zaplana (aunque otras fuentes apuntan a otro dirigente del Partido Popular; un político, en cualquier caso). Lo mejor es reconocerlo. A partir de ahí todo es coser, cantar y enriquecerse, lícita o ilícitamente, que una vez metidos ya no conocen.
En honor a la verdad, y para que no se nos tache de demagogos, obviamente hay políticos válidos que lo que quieren es trabajar por mejorar las cosas. Son los menos, porque no aguantan mucho: cuando ven lo que hay, prefieren seguir siendo útiles, pero fuera del estercolero.
En España tenemos 300.000 políticos más que en Alemania y el doble que en Francia. Somos el país de Europa con más políticos por número de habitantes. Y estamos como estamos. Sin esos políticos sobrantes, España se ahorraría 15.000 millones de euros al año. Pero ha quedado demostrado que los recortes no van con ellos, porque los resignados ciudadanos asumen su juego y les dejan seguir jugando.
¿Es o no para preocuparse? Los políticos sólo dejarán de ser un problema cuando los ciudadanos les rompan la baraja.