Juan José Fernández Cano
Sí, demasiados administradores para lo poco que va quedando por administrar. Haciéndome eco del editorial publicado en este periódico el pasado día 18 de mayo, en el que se nos decía que en España tenemos 300.000 políticos más que en Alemania y el doble que en Francia y en Italia, uno no puede evitar echarse las manos a la cabeza ante semejante despropósito, pues, si esto es así, cómo demonios vamos a salir del atolladero en el que estamos metidos.
España se ha transformado en el país del más, tenemos más aeropuertos que nadie, más déficit que nadie, en índices de corrupción no hay quien nos gane y en trabajadores en paro somos los campeones indiscutibles, bueno, en deportes también tenemos el listón muy alto, sobre todo en fútbol y, esto nos satisface hasta a los no aficionados a este deporte.
Entre políticos, sus parientes y demás allegados, se ha montado un colosal aparato burocrático que no hay dios que lo mantenga, máxime, si tenemos en cuenta que hace tiempo que pasamos de depender de una economía productiva a una economía salvajemente especulativa y, lo tristemente paradójico es que con ese ejército de administradores y gobernantes no seamos capaces de gobernarnos; la prueba está en que ahora, habrán de venir expertos alemanes y estadounidenses a sacarnos los entresijos del sistema financiero a la intemperie para que se oreen de los humores infecciosos que al parecer los aquejan. Verdaderamente vergonzoso. Es como si nos enviaran una especie de Cascos Azules con la misión de poner orden en nuestras cuentas, ya que nosotros (es un decir) no tenemos gestores lo suficientemente hábiles, u honestos para realizar dicha labor, como si en una familia en la que están todos sin trabajo, ha de venir una señora a hacerles la limpieza de la casa.
Y centrándonos en ámbitos más íntimos y cercanos como son los asuntos municipales de nuestra villa, la cosa está que quema por cualquier lado que se toque, las noticias (todas malas, por cierto) se superponen como las conchas en los galápagos, se suceden con tal vertiginosidad que a este pobre opinador no da tiempo a digerirlas, sólo atina a percibir que el Excelentísimo ha alcanzado tal temperatura que le humean hasta los cimientos, aguardaremos a que amaine el temporal (más que temporal huracán) y que se firme una tregua, siquiera para recoger las ramas tronchadas y hacer una evaluación de los daños.