Los electores españoles demostraron el 20-N su absoluta indignación con la perentoria situación por la que atraviesa este país, debido, sobre todo, a la crisis económica y al paro (tanto monta, monta tanto).
Como sólo se da a los ciudadanos la oportunidad de expresarse cada cuatro años, la mayoría de españoles demostró su rabia largamente contenida en un contundente castigo al Partido Socialista Obrero Español y un apoyo incondicional al PP para forzar el cambio cíclico que este viciado sistema bipartidista permite.
Hoy más que nunca viene a colación aquel viejo tema de Javier Krahe, censurado en su momento por Felipe González (´Cuervo ingenuo´ se llama), donde se ponía en duda que el PSOE respondiera fielmente a sus siglas y, por el contrario, se estuviera alejando del socialismo, del mundo obrero y, lo que es peor, de los intereses de este país, alineándose con los norteamericanos (cantaba Krahe en los años 80) o con los alemanes (cantaríamos hoy en día).
El PSOE tiene ahora, como el Ave Fénix, la posibilidad de dar un giro copernicano, reinventarse desde sus cimientos e intentar resurgir de sus cenizas. Paso a paso hay que ir cubriendo etapas. Eso sí, con la tranquilidad de que la escasa memoria de la mayoría de ciudadanos les volverá a aupar a la Presidencia dentro de unos años. Es la ventaja que les da a los partidos mayoritarios la Ley d´Hont, que es la que manda en nuestro sistema electoral y la que permite las escandalosas injusticias que se han visto en los pasados resultados electorales.
Mientras los pequeños se quejan y patalean, los grandes miran para otro lado y aguantan el chaparrón hasta que amaine. Todo cambia pero todo sigue igual, o peor, puesto que los populares aún no han tomado posesión y ya anuncian, por ejemplo, que le meterán mano a TVE para deshacer lo ya hecho.
¿Y así con todo? Veremos.