Ya pasó una vez algo parecido, y ahora, con todo el descaro del mundo, intentan que vuelva a pasar.
Las cajas de ahorros, y una en concreto (esa que aún cobra por todo cuando las demás ya no lo hacen y a cambio no da ni las gracias), pretende que papá Estado acuda en su ayuda porque nadie la quiere, la pobre, cuando su problema nace de una escandalosa mala gestión, un marrón cuyos responsables deberían comerse con su pan, no con el nuestro. Sobre todo cuando los sueldos astronómicos de unos cuantos peces gordos, de dudosa utilidad dentro del organigrama de la entidad, han echado a perder la que hace un tiempo fue una de las cajas más importantes a nivel nacional y referente obligado en la Comunidad Valenciana y Murcia.
Cuando cuatro de cada diez parados de la Comunidad Valenciana ya no cobran ninguna prestación (es decir, cero euros al mes y sin expectativas de mejora), resulta insultante y de un cinismo extremo que una entidad privada, donde sobran pusilánimes de alto copete y falta sentido común, pida ayuda para salir de un millonario atolladero donde ella misma se ha metido.
Ahora va a resultar que con dinero público, el de todos nosotros, vamos a tener que rescatar a una empresa privada porque no le van bien las cosas. ¿En qué otro caso ocurre algo así?
Si en nuestra comarca se hubiera ayudado a las empresas en vías de extinción, la crisis no sería tan acuciante. Pero no, eso sólo les está permitido a bancos y cajas. Así, cuando ya tengan las cuentas saneadas, podrán volver a pagar sueldos desorbitados a sus altos cargos y seguir amasando capital a costa de negar hipotecas y préstamos a los ciudadanos de a pie que sólo aspiran a vivir con un mínimo de dignidad.
Lamentable, denunciable, vomitivo... Impermisible.