Como a mí me va defender ideas, por encima de siglas y partidos, hoy aplaudo al Gobierno del Partido Popular a pesar de que mi opinión no gustará a los sindicatos, con los que suelo sintonizar mucho más.
Los parados trabajarán en los servicios sociales, una medida que ha salido de la materia gris de Moncloa por la que los representantes de los trabajadores ya han puesto el grito en el cielo: que si van a restar empleo, que si son trabajos encubiertos... yo iría más lejos aún -y ya me siento Cebolleta de tanto repetirlo- porque pondría a todos los socios del ‘Club del Inem’ en el tajo. Con tanta obra pública en carreteras, AVEs, limpieza de colegios, suministro de agua y tantas otras contratas multimillonarias para enriquecer aún más a Koplowitz y sus amigos, ¿por qué no echar mano de la primera empresa de España, con diferencia, esa que tiene a más de cinco millones de operarios en nómina, y subiendo?
También se pueden apuntar otro tanto los de Rajoy con lo de obligar al desempleado a no rechazar ninguna oferta de curro, so pena de perder la prestación. Hacerle ascos a volver al mercado laboral cuando tantos miles de familias se han mudado a casa de los abuelos porque no tienen para poner la mesa todos los días me parece un insulto.
Otra cosa es que las autoridades tienen que vigilar con lupa que nadie ofrezca a un parado un puesto indigno. De Guatemala... a la explotación, ese deporte tan español y tan alicantino. La fórmula más democrática y justa está clara: todos los parados con un sueldo y todos trabajando, en los servicios sociales, en las obras públicas... y en lo que sea, siempre que sea en condiciones razonables.