Haciendo un análisis de la jerarquía política en España, de mayor a menor cobertura, partiríamos del Gobierno de la Nación, pasaríamos por los gobiernos autonómicos y provinciales (en nuestro caso, Generalitat Valenciana y Diputación de Alicante) y acabaríamos en los ayuntamientos.
Sin embargo, dentro de cada municipio existen otros organismos menores que deberían ser tenidos en cuenta por los ciudadanos a la hora de hacer llegar sus aportaciones, quejas y sugerencias a sus respectivos alcaldes. Se trata de las asociaciones de vecinos, a las que no se les da la importancia que merecen.
No basta con pagar las cuotas anuales (los que se comprometan a hacerlo) y salir a cenar a la calle cuando se celebren las fiestas del barrio. En sus ratos libres, y de forma totalmente altruista, un buen puñado de personas trabaja y se devana los sesos no sólo para promover actividades de diversa índole, sino simplemente para evitar que las asociaciones de vecinos acaben desapareciendo, con la inmensa utilidad que podrían tener, sobre todo, y reiteramos la idea, como mediadoras entre los vecinos de los barrios y los ayuntamientos.
Una de las asociaciones de vecinos más veterana de Ibi es la del barrio de La Dulzura, que aglutina a una población equivalente a la villa de Onil y ofrece cursos de yoga y sevillanas, cuenta con una biblioteca en su sede y acaba de formar un club deportivo.
Ahora, con motivo de las próximas fiestas del barrio y la celebración de la décima Subida al Refugio, la directiva organizó un encuentro en el Centro Social Polivalente, para dar a conocer estas y otras actividades, así como el libro de fiestas. El acto tuvo lugar el 8 de junio y estaban todos invitados, pero los asistentes no llegaban a la docena.
Con esta lamentable respuesta vecinal, no es de extrañar que la ilusión desfallezca. Por cierto, el único medio que asistió fue Escaparate.
Como se suele decir, “entre todos la mataron y ella sola se murió”.