Por J. J. Fernández Cano
Casi estaba cantado. El PP ha recogido la cosecha de la estrategia seguida en este medio año de turbulencias e incertidumbres políticas transcurrido desde diciembre hasta ahora: dejar que los demás candidatos se salaran vivos mientras su Gobierno en funciones dejaba de funcionar, dejando los motores de la campaña casi en ralentí, a la espera de que terminara la gran batalla de los demás, para recoger el botín. Justo es reconocer, que les ha salido redondo: es el partido más votado, se mire por donde se mire; la cosa ha salido así de las urnas y ellas son la esencia misma de la democracia. El gran problema que continua teniendo el PP es que a pesar de haber sido, una vez más, el partido más votado, lo de formar Gobierno en coalición con otros partidos continúa estando tan crudo como en las anteriores elecciones: al PP y, sobre todo al señor Rajoy, está claro que los demás candidatos no lo tragan ni mojado en azúcar.
Constatado este hecho, nos queda la libertad de opinar, argumentar y hasta de consolarnos haciéndonos las cuentas de que las cosas en nuestro vapuleado país han de mejorar algo, puesto que la esperanza, al contrario que los paraguas, dicen que es lo último que se pierde. Y ya metidos en esta predisposición al buen ánimo, y teniendo en cuenta que cualquier tipo de coalición podría resultar un matrimonio condenado a no entenderse, ¿por qué no pensar, o abrigar siquiera la esperanza de que al fin se cuaje un Gobierno de pactos, en el que los partidos que habrán de desempeñar el papel de oposición aboguen, de forma abierta y contundente, por ese adecentamiento que todos han prometido hasta la saciedad (el llamado cambio) y que nuestra política y nuestras instituciones tanto necesitan?
Es cierto que pensar (teniendo en cuenta el cenagal de podredumbre en el que estamos inmersos) que se puede limpiar la casa con un simple barrido, es soñar un imposible, pero no lo es menos que estos partidos de nuevo corte y nuevas ideas, cuyo caballo de batalla en las dos campañas que llevamos sufridas en tan poco tiempo ha sido el ansiado cambio, pensando en un hipotético Gobierno de pactos podrían ejercer un peso muy a tener en cuenta a la hora de tomar decisiones en asuntos de tan gran importancia como son: recortes en Sanidad, Educación, Ley de Dependencia y un largo rosario de injusticias sociales que en estos últimos años han hecho más ricos a un puñado de ricos, a costa de enviar a los comedores de caridad a una multitud de familias que antes vivían de su trabajo.
Aún a riesgo de pecar de optimismo hasta casi rozar la ingenuidad, creo, o quiero creer, que nuestro mapa político ha cambiado para mejor; al menos hemos dejado atrás aquel bipartidismo que nos venía asfixiando y la posterior mayoría tiránica y opresiva de un PP hermético que hacía su santa voluntad desde el otro lado del plasma.