El lince y el condón
No puede decirse que el mensaje del Papa, nada más pisar tierra en Camerún, haya sido un acierto, al recomendar que no se use el condón ni cualquier otro tipo de preservativo. También es cierto que aquellas gentes no van a seguir los consejos del pontífice por temor al castigo divino, porque Dios, o quien quiera que sea quien maneja los hilos de este jodido mundo, ya se ocupa de castigarlos por el simple pecado de haber nacido.
El verdadero daño de tan inadecuada recomendación, lo van a sufrir los miles de hombres y mujeres, creyentes en la religión que sea o impulsados tan solo por sus sentimientos humanitarios, que están luchando a brazo partido para paliar, ya que no evitar, los efectos devastadores del sida, que afecta, nada menos, que a un 67% de población en los países más pobres del continente: se calculan unos 22 millones de infectados. No nos ha explicado el Pontífice en qué argumentos se basa para afirmar que el uso del preservativo lo que hace es aumentar el problema, ni tampoco qué soluciones propone él –que no sean la total abstinencia– para remediar la tragedia.
Esto viene a coincidir con la costosísima campaña publicitaria que se ha desatado en contra de la reforma de la Ley del Aborto: el niño, pidiendo la misma protección que el lince ibérico, un debate en el que, al igual que en el tema de la Eutanasia, todas las posturas son dignas de respeto, si son moderadas y respetuosas con las de los demás, claro. Lo que sí tengo muy claro es que ese dineral despilfarrado en dicha campaña habría estado mejor invertido en alimentos, medios sanitarios y, también condones para estas desdichadas gentes de las que hablamos y para quienes están tratando de ayudarles a la desesperada, sin apenas medios.
Las altas jerarquías de Roma y buena parte del clero español, se obcecan en vivir ajenos a los grandes problemas de nuestra sociedad actual y esto conlleva que muchos, cada vez más fieles pierdan su fe, no en Dios, sino en quienes dirigen la iglesia católica y en sus incongruencias.
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