Huelguistas, ¿y ahora qué?
Aunque nadie pasó lista, éramos razonablemente bastantes los que hicimos huelga. Sobre todo, para los tiempos que corren, en los que eso de los sindicatos es un rollo, no mola... o sea, Borjamari. ¿Y cuándo han hecho algo por mí esos inútiles? Etcétera, etcétera, que ahora parece que a todos los currantes se les ha olvidado que las 40 horas semanales de trabajo, el mes de vacaciones o incluso que no se pueda esclavizar a los niños, entre otros derechos, no llovieron del cielo ni los concedió como una gracia papal José María Aznar. Es más, en su querido Partido Popular se frotan las manos por llegar a Moncloa y cargarse todos esos lastres legales que nos hacen “menos competitivos”. Su reforma laboral más deseada, en el fondo, va en esa dirección. Por eso nunca la van a destapar. Esas cosas no se dicen, se hacen.
Creo que ya he planteado esta hipótesis grotesca en alguna ocasión, pero me permito echar mano de ella otra vez: si dieran farlopa a discreción a los trabajadores, muchos aguantarían toda la noche en sus puestos y las empresas verían así disparada su productividad. Con el ahorro de dinero de cotizaciones a la Seguridad Social, con miles de horas extra, algunas incluso podrían sacar al mercado sus productos con precios chinos. ¿Por qué no? Si lo único que vale en nuestro sistema son los resultados, el beneficio empresarial, ¿qué más da la salud de los obreros? Han nacido para besar la mano que les da de comer, y bien podrían esnifarse unos tiritos encima de esa misma mano, después de besarla.
Lo más triste es que ni hace falta que entren Rajoy y sus secuaces para seguir ahondando en esta decadencia de la igualdad social (si es que existió alguna vez), porque ZP no piensa cambiar su ruín reforma laboral. ¿Y ahora qué? Pues no sé. Menos mal que nos queda Portugal (y nunca votar a la derecha, claro).
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