Ya estamos oficialmente en campaña electoral. Otra vez. Aparte del gasto que cada partido quiera hacer, repetir las elecciones va a costarnos a todos los españoles alrededor de 140 millones de euros, que se dice pronto. La próxima vez que algún político nos venga con la sobada cantinela de que tenemos que apretarnos el cinturón, podríamos recordarle esta cifra (de entre otras muchas), a ver si al menos se le reblandece un poco el rostro.
A estas alturas de la película, todos sabemos quién es quién y de qué va cada uno, así que los partidos se podrían ahorrar bastante dinero en esta campaña. Si algo han tenido de bueno estos seis meses en blanco, es que los españoles hemos podido escudriñar de qué pie cojean los candidatos y sus respectivos partidos, y cómo han funcionado en esta especie de prueba piloto, de juego de la política, como siempre con todos los gastos pagados.
Nos esperan casi dos semanas de aguantar a todos los candidatos, y a todas horas, en programas de televisión que hace unos años les eran ajenos. Ahora, lo que se lleva es ir a El Hormiguero o hacerse el gracioso en espacios creados ad hoc para el lucimiento personal de cada uno. No creemos que engañen a nadie, pero algo tienen que intentar rascar en esta cansina carrera por llegar a presidir este país, cada uno buscando los apoyos que quiera (o pueda).
Las encuestas juegan a crear falsas expectativas y parten de un grave error de base, ya que dan por hecho que el 26 de junio irán a votar los mismos que el 20 de diciembre y votarán lo mismo. Por eso les sale lo que les sale. No cuentan con que muchos ciudadanos no acaban de entender por qué, si hace medio año ya votaron en conciencia, ahora les toca volver a hacerlo, como si en aquella ocasión se hubieran equivocado. Además, están hasta el gorro de pagar las facturas de estos costosos experimentos y, como siga apretando este calor, el domingo electoral será un fenomenal día de campo o playa.
Estos y otros factores apuntan a una abstención descomunal, que los políticos deberían entender como una lección soberana y una contundente muestra de rechazo. Esperemos que esta vez sean capaces de aclararse, porque una tercera vuelta supondría el colapso del sistema tal como lo conocemos.
Ojalá no haya que llegar tan lejos; aunque, después del himno del PP a ritmo de merengue, mucho nos tememos que pocas cosas van a ser capaces de sorprendernos a partir de ahora.