La gent del poble
Ana Sarabia es una mujer que irradia simpatía por donde quiera que va y ha demostrado capacidad en su gestión como concejal de Deportes en el ayuntamiento ibense, sin embargo, en cuestiones de contabilidad parece que la cosa le sale hecha unos zorros y dos más dos no le dan cuatro ni aunque los amarre con un alambre. En estas cuestiones, llamadas socorridamente “irregularidades”, las cuentas siempre salen bien para el bolsillo del que administra, aunque en detrimento del erario público.
Teniendo en cuenta que en el caso que nos ocupa no se trata de cantidades sustanciosas de dinero y con la que está cayendo en asuntos político-administrativos, El caso Sarabia, con ser grave, no pasa del equivalente a entrar en el huerto del vecino y mangarle unas manzanas. Lo verdaderamente insólito, a mi juicio, es la lección de bondad que han dado esos 300 o más ciudadanos que se han personado en el consistorio a pedir, casi a exigir, que no dimita la ya ex edil. Al ser preguntadas algunas de estas personas, la respuesta ha sido unánime y contundente: A la Sarabia se la acusa de haber afanado una miseria, comparado con lo que se embolsan otros… Quiere esto decir que, puestas en la balanza las virtudes de la concejal y sus faltas cometidas, apuestan por zanjar el asunto con un benévolo tirón de orejas.
La clase política (salvando las honrosas excepciones) nos tiene tan hostigados con sus barrabasadas administrativas y la falta de transparencia en sus cuentas, que los ciudadanos ya no aspiramos a que sean honestos y se limiten a cobrar sus honorarios, sino que nos conformamos con que quienes nos gobiernan malversen (otro término muy suave) con moderación, no se ceben en los pesebres públicos hasta dejarlos exangües.
Ni la gravísima situación económica en la que estamos inmersos, llena tantas páginas en los periódicos ni cubre tantos espacios audiovisuales como los escándalos de podredumbre política, ocupamos un segundo lugar en Europa, detrás de Italia. Esto es una especie de epidemia o tendencia instintiva, como quien se envicia en comer flores pensando que cagará miel, sin saber que para tal milagro solo están facultadas las abejas; los demás seres en vez de miel, si comemos flores cagamos hiel.
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