La tarde de su presentación estelar en sociedad, Eusebio Cáceres la terminó solo, cojo y cabizbajo en un banco junto al pasillo en el que sus 16 pasos a toda velocidad para batir con la izquierda le deberían haber hecho despegar y volar dando tres pasos y medio en el aire. Sin embargo, le falló el tobillo derecho, que ya llevaba a Barcelona tocado por sus esfuerzos en el Mundial júnior, donde, hiperactivo, multiplicado, inagotable chaval de 18 años, saltó y también corrió el relevo de 4x100 (el joven de Onil tiene una marca de 10,44s en el hectómetro).
Hasta última hora, y tras oír recomendaciones contrapuestas, no decidió participar. Y gracias a ello, el viernes, en una tarde muy diferente, en su tercer intento de clasificación, en un todo o nada de los que tanto le gustan, Cáceres, que llegaba una mejor marca de ocho metros clavados, saltó 8,27 metros. El salto que llevaba todo el año rondando, el inicio de una gran historia que terminó momentáneamente ayer. Después de pasar por los pelos, por un centímetro, a la mejora, con 7,93 metros (y viento en contra, síntoma, señal, signo, de que no era su día), Cáceres, ya dolorido, pasó de intentar el cuarto salto para jugárselo todo en el quinto. Corrió, corrió, corrió y no despegó. Ni siquiera intentó batir.
Desde el banco de la banda, como espectador, cuando no se miraba las zapatillas y meditaba, Cáceres pudo contemplar cómo el alemán Christian Reif, de 25 años, que llegaba a los Europeos con una mejor marca de 8,27 metros (la misma distancia que el récord europeo júnior, suyo) aprovechaba una racha de viento a favor de 1,7 metros por segundo, dentro de los límites de la legalidad, y volaba, volaba, volaba, hasta los 8,47 metros. Una mejora de 20 centímetros súbita que le dio no solo la victoria, sino también el récord de los campeonatos, borrando los 8,41 metros de Robert Emmiyan en 1986. Su prestación recordó a la de su compatriota Sebastian Bayer, que, llegando de ninguna parte, en el Europeo en pista cubierta de Turín, saltó 8,70 metros para ganar.
Pese a no destacar en la final, Eusebio Cáceres se consolida como una de las promesas del atletismo que sin lugar a dudas, tal y como ya ha hecho, llegará alto llevando el nombre de Onil consigo mismo.