Por Luis Pla Ventura
El pasado sábado, una ráfaga de balas asesinas acabaron con la vida de Facundo Cabral en Guatemala. Una pérdida irreparable para la humanidad. Los asesinos mataron al hombre, pero nadie podrá acabar con su obra que ya es inmortal en el universo.
Me sentí desolado cuando me dieron la noticia; tremendo el impacto que sentí en mi ser. ¡Han asesinado a Cabral! Me dijeron. No podía creerlo. Tiene que ser falsa la noticia, pensaba para mis adentros; pero no, el destino ya estaba escrito; moría Cabral a manos de unos vulgares asesinos que, en realidad, pretendían matar a otra persona.
Para mí, ha muerto un amigo del alma, un hombre que me profesó amistad y cariño desde el año 1994 en que nos conocimos en Madrid. Más tarde, aquel 30 de abril de 2006 en que actuó en Ibi, aquel éxito sirvió para refrendar nuestro mágico cariño. Allí, en el Teatro Salesianos, selló Cabral nuestra amistad eterna cuando dijo: “Le quiero agradecer al amigo Pla Ventura que ha puesto todo su fervor en que yo venga a cantar por aquí; él sabe mucho más de mí que yo mismo y, si él ama mis cosas, él es el dueño; porque las cosas son del que las ama y Pla, ama a Cabral y a su obra”
Cabral llevaba unos años con una salud decaída; pero jamás paró en su peregrinar por el mundo; sus giras, aún a riesgo de su vida, eran el exponente de sus convicciones. Justamente, en esta última gira, cuando hablé con él antes de partir hacia Guatemala y Nicaragua, le aconsejé que no fuera; su salud fuera muy precaria; como pudimos ver, pudo más su corazón que su razón.
Me queda de Cabral su obra, sus maravillosos correos, sus libros, sus discos, sus dibujos y todo lo que conformaba su bellísima obra, un tesoro único en el mundo. Como digo, mataron al cantor para que en tan brutal acto, Cabral pasara a engrosar las filas de los hombres inmortales; Gandhi, Lennon, Lutero King y otros más de menor relevancia, debido a su muerte trágica, han entrado en la eternidad por la puerta grande y, Cabral, por su grandeza, no podía ser menos.
Ha muerto un gran artista, un hombre bueno, un tipo singular que de sus aforismos nos daba sus lecciones más bellas. “Si amas al dinero a lo sumo llegarás a un banco, pero si amas a la vida, seguramente llegarás a Dios”, “Si los malos supieran qué buen negocio es ser bueno, serían buenos aunque fuera por negocio”.