Da la sensación de que esto de formar un gobierno en nuestro país está pasando de difícil, a imposible. Los candidatos en liza no se entienden ni a la de tres. Enrocados en sus posturas, no parecen dispuestos a ceder ni un pelo y, si las cosas no cambian, todo induce a pensar que estamos abocados a unas terceras elecciones que se celebrarían en diciembre, ¡qué disparate! Qué despilfarro de dinero tirado en campañas electorales para costear las machaconas peroratas con las que nos cansan nuestros políticos, haciendo gala de sus promesas hueras y sus mensajes vacíos. Tres mascaradas en el mismo año ponen al límite la resistencia de los ciudadanos, sobre todo de los ciudadanos que somos respetuosos con la política, pero no amantes incondicionales de ningún grupo, siglas o ideologías, los que sólo aspiramos a unos gobernantes razonablemente decentes.
Tampoco es paja ni moco de pavo el desorbitado coste que está soportando nuestra ya maltratada economía para cubrir los honorarios de este ejército de figurantes que compone el Congreso y el Senado (sobre todo el Senado, por su ´sacrificada´ labor). Un auténtico dineral con el que, según el comentario jocoso de un amigo pensionista, Franco habría hecho unos cuantos pantanos.
En este tremendo guirigay, en esta madeja de desencuentros en la que unos luchan por conquistar el poder y otros por no perderlo, se pone de manifiesto el afán por ocupar sillones por encima del bienestar del conjunto de los españoles, y esto sólo se podría lograr eliminando la maldita corrupción de raíz, si no se hace así jamás saldremos del atolladero. Pero el panorama político ha llegado a complicarse hasta llevarnos a un callejón sin salida: el partido del PP, con su incombustible Rajoy a la cabeza, mantiene su estrategia de aguantar en la trinchera mientras los demás candidatos hacen la guerra electoral. Los del PP saben que tienen las mejores cartas en esta partida, puesto que, a pesar de los múltiples y escandalosos casos de corrupción que enturbian su trayectoria política, a pesar de la ingente cantidad de familias que están padeciendo las consecuencias de este descalabro social, también hay mucha gente que vive muy bien a la sombra de esta infamia gubernativa. Incluso gentes de clase trabajadora confiesan, sin el menor pudor, que mientras ellos vayan viviendo medianamente no les interesa que cambie nada, que no les vengan con gaitas de leyes de transparencia ni regeneraciones políticas; lo que nos lleva a la triste conclusión de que, si continúa gobernándonos el PP y no cambia sus viejas tácticas y el electorado los sigue votando, tendremos justo los gobernantes que nos merecemos.
En nuestro país se echa en falta un mínimo de conciencia social: no me basta con que en mi núcleo familiar se vaya viviendo relativamente bien si veo que otras familias pasan las de Caín para cubrir sus necesidades más precisas, puesto que, si seguimos gobernados con estas desigualdades e injusticias sociales, más pronto que tarde podemos vernos con el culo bajo la gotera; por algo dicen que «cuando veas las barbas del vecino afeitar, pon las tuyas a remojar».