Me gustan las personas de palabra, y creo que Juan Valls lo es. Por eso estoy tranquilo de que no le va a dar un apoyo incondicional al PP de Ibi, aunque lo va a dejar gobernar, como tiene que ser, que para eso es la candidatura más votada. Un cuatripartito de su CDL con PSOE, EU, y ADii apestaría a oportunismo y pasteleo antidemocrático.
La legislatura se presenta interesante, con muchos ojos puestos en lo que haga Maite Parra y los suyos, más que en la anterior, con el marcaje de José Vicente Verdú, Antonio Martos, Nicolás Martínez y, con más saña desde la sombra (alargada y poderosa) de José Joaquín Ripoll, el superpresidente de la Diputación, a través de sus tentáculos de concejales díscolos y medios afines. Ahora, además, se estrena en estas lides un concejal vocacional desde hace décadas como Juan Valls. Que tenga suerte.
Lo que tendría que explicar y dudo que me resulte convincente es cómo se le ocurrió rescatar a Ana Sarabia para ser su número 2 y, ahora al hacerla su secretaria de grupo, mantenerla de alguna manera en el candelero político. Tenga o no responsabilidad jurídica, cualquier cargo público investigado y bajo sospecha no debería aspirar al honor de representar al pueblo, al menos hasta que todo esté zanjado.
Si el único argumento radica en el tirón popular de ella, entonces se me desmonta la idea que tenía del líder incombustible y coherente del centrismo ibense, porque siempre lo vi fiel a la máxima de que más vale honra sin barcos que barcos sin honra. ¿Afinidad ideológica? No creo, porque el PP de donde viene Sarabia únicamente tiene de centro las ganas, aunque también es cierto que ese concepto es sinónimo de indefinición, en el encaja también el PSOE. Y siendo generosos, porque las concesiones que lleva hechas ZP a la nobleza de la Unión Europea le sitúan más bien en la derecha.
En fin, ellos sabrán (todos).