Tanta receta injusta y trasnochada para sacarnos de la crisis, dictada desde Bruselas, que tiene los mismos ingredientes de siempre: tijera a los derechos de los currantes, despidos cada vez más baratos y que se empiecen a pagar ellos la jubilación, el practicante y la guardería. Tanto engaño con unas cuentas públicas que no cuadran, pero por otros motivos, como esas dietas por asistir a la Eurocámara cuando nuestras señorías fichan el viernes por la mañana, se dan media vuelta y vuelan en business a cuenta de todos nosotros.
Y la gangrena de la corrupción, que ya hiede en nuestras tierras alicantinas tanto como la gestión de las basuras en la Vega Baja, o los viajes a Ibiza de la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, con su prole y amigotes, en yate del empresario Enrique Ortiz. Casualmente, el mayor contratista de su Ayuntamiento (que no el nuestro, por lo que se ve).
La mejor medida económica para nuestras endebles democracias occidentales, tan liberales ellas pero con tan poca libertad de verdad para el pueblo, sería meter en vereda de una vez los servicios públicos entregados a las firmas privadas.
Con cuatro millones de parados y estas contratas de presupuestos hinchados hasta el infinito (mantener los peces del acuario de la plaza Nueva de Alicante, por ejemplo, sale por 5.000 euros al mes, ahí es nada) lo que tendría que hacer el Gobierno es asumir limpieza de calles, construcción de carreteras, vigilancia forestal, instalación de tranvías... ¡todo! con la mano de obra que tiene en las colas del Inem. ¿Le van a faltar ingenieros cualificados, albañiles, limpiadores o lo que sea? Seguro que no, con la generación de titulados actual, la mayoría desaprovechados. Y no hacen falta subsidios del paro, porque todos estarán colocados. Y los mangantes de las grandes empresas que acaparan esos contratos multimillonarios, que se vayan a las Islas Caimán a vivir de sus rentas de todos estos años. Adiós al paro y también al despilfarro. Dos pájaros de un tiro.