Mientras los representantes del pueblo sigan gobernando sin el pueblo y tampoco para el pueblo, como han vuelto a demostrar con esta reforma (atraco a mano armada) laboral, este país siempre estará para huelgas.
El argumento chorra de la cantidad de dinero que se deja de generar por un día sin fabricar, vender, etcétera, es tan flojo como reiterativo. Imaginemos que algún día la ciencia permite montar una oficina a bordo de un avión raudo que vuele a la misma velocidad de giro de nuestro planeta Tierra. Esa empresa volante podría tener un horario infinito, es decir, al desplazarse al mismo tiempo que el globo terráqueo, siempre sería la misma hora, al estar siempre al sol. Con una adecuada reforma laboral, se podría obligar a sus empleados a trabajar las 24 horas y se convertirían en el ejemplo de la productividad, al no desperdiciarse ni un día, qué digo, ni una hora, para producir, producir y producir. Y cuando estos trabajadores reventaran de cansancio, pues se contrata a otros y ya está. Además, gracias a Rajoy (si la empresa está en España) costará cuatro perras despedirlos. O nada, porque seguramente se darían de baja ellos mismos.
Mientras la tecnología nos acerca a disparates como ese, siempre que haya santo negocio, la derecha y sus palmeros siguen diabolizando a los sindicatos, en una jornada como la de ayer, de movilizaciones en la calle, muchos autónomos en plan egoísta han vuelto a abrir sus negocios (en algún caso alardeando con la escopeta cargada o un gran cuchillo de pescatero desafiando a los piquetes... qué triste) y también muchos asalariados se han escondido de las pancartas coaccionados. Un desastre de panorama, mientras este Gobierno le da otra vuelta de tuerca al recorte de derechos para devolvernos a los albores de la revolución industrial. Cómo les gustaría a algunos autorizar jornadas de 15 horas al día, durmiendo en el tajo y, para el que sea pobre, que lleve a sus hijos de 10 años también al curro.