Vente a Ibi, Berlanga
José Luis Fernández Rodrigo
Menudo vodevil chusco se ha montado en Ibi… Lástima que el genial cineasta Luis García Berlanga no esté ya entre nosotros, para desempolvar las cámaras y rodar en la Foia de Castalla. Podría tranquilamente hacerlo en plano secuencia, o sea, sin necesidad de montaje de las imágenes, con darle al “record” y seguir a los personajes protagonistas, léase Miguel Ángel Agüera, Mayte Parra, Felicidad Peñalver, la Policía… no haría falta ni darles instrucciones para actuar. Y en la vida se hubiera imaginado ni el más fecundo de los guionistas una trama con tantos ingredientes sabrosos.
Érase una vez una concejal que se cabreó con sus compañeros, ella en otra familia de su partido, enemigos acérrimos e irreconciliables, y que se puso a tirar de la manta, y allí había para que no pasara calor medio pueblo, menuda manta.
Tiempo después, uno de los principales blancos de la ira de aquella concejal, factótum y pilar fundamental del gobierno local, tuvo unos problemillas típicos con su pareja, experta en separaciones (según su trayectoria) y que aportó sustanciosa materia al affaire, con datos de un ritmo de vida difícilmente sostenible con 3.000 euretes al mes.
Para darle un poco de acción a la película, la Policía emite una orden para localizar al concejal coleccionista de relojes y cuadros, en todos los hoteles de España, ahí es nada, que estaba de feria en Barcelona. Regresa él y con la imagen bajo mínimos, coge un calentón y denuncia al periódico comarcal, Escaparate, por airear el despliegue policial. “Antes, Escaparate publicaba noticias normales”, se lamentó Agüera ante los micrófonos. No le falta razón, lo que no sabemos es cuál es su concepto de “normal”: ¿es normal que la Policía registre la casa de un concejal? Tal vez en el nuevo periodismo habría que autoimponerse un código deontológico nuevo para considerar estas noticias como una incidencia menor, un breve discreto dentro de la página. Al fin y al cabo, las investigaciones judiciales de representantes elegidos por el pueblo son menudencias, asuntos habituales sin más transcendencia.
La película berlanguiana también la veo redonda si se pudieran añadir las conversaciones entre el concejal y sus jefes de partido, de la Generalitat. ¿Se imaginan a un actorazo como Saza encarnando a Alberto Fabra haciendo la llamada para ordenar la dimisión fulminante de su concejal de Ibi (¿dónde está eso en el mapa?, se debió preguntar), y pidiendo explicaciones acerca de cómo se ha llegado a este espectáculo bochornoso? También tendría su aquel el arrebato de la alcaldesa en les Corts Valencianes, cuando un diputado de otro partido habló de las cuentas en Suiza. Porque a todo esto, ¿cuánto tiempo hace falta para verificar si hay dinero en el país de las montañas nevadas y los campeones de la usura bancaria? Claro, con una economía basada desde hace siglos en el blanqueo de dinero de cualquier origen, tampoco es de extrañar tanto secretismo.
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