Por José Luis Fernández Rodrigo
Creo que los medios de comunicación no han resaltado mucho, o nada, o yo no lo he visto, una noticia de lo más crucial para saber si tenemos una democracia medianamente justa o seguimos de prestado de una dictadura que nos timó con una “monarquía parlamentaria” medio de pandereta.
El otro día se debatió en el Parlamento una propuesta para que los bancos se tengan que conformar con la vivienda nada más (y nada menos) cuando su cliente no les puede pagar el crédito hipotecario. Y que no puedan sangrarlo más con la patraña de que el bien inmueble ahora no tiene el valor que ellos mismos le dieron cuando tiraban de billetera con aquella alegría usurera.
¿Y qué pasó? Pues que el PSOE y el PP lo frenaron y, claro, no prosperó, porque entre los dos suman más o menos un 70% de los votos (que no de los votantes, ojo, si contamos a todo el censo apenas tienen el respaldo de la mitad, incluso menos). Quienes sí apoyaban la moción eran Izquierda Unida y los del Bloque Nacionalista Galego. De hecho, ya se ha votado cuatro veces en los dos últimos años, casi siempre a petición de los ‘rojos’ de Cayo Lara, pero no hay manera. Los ‘populares’ del PP, el PNV y CiU miraron para otro lado y se abstuvieron. ¿Pero cuándo se ha visto a la derecha tocarle los cataplin... a la banca?
En fin, a ver si de aquí al año que viene, si es que no hay adelanto electoral de “Zapatiesta’, como le llaman algunos, las masas empiezan a tomar nota de quién propone gobernar para la mayoría, y quienes están encantados de que nos sigan estafando legalmente.
Usted se acordará igual que yo, cuando no hace tanto, su banco le mandó un tasador que decía sin sonrojarse que su casa valía nosecuántos miles de euros (o millones de pesetas) y con una palmada en la espalda lo animaba a pedir un préstamo inflado con el que se podía comprar un coche nuevo incluso.
Qué generosidad. Ahora, en cambio, ese mismo ratero le manda al tasador, puede que hasta sea el mismo tasador de antes, y por misterios insondables la misma vivienda se ha convertido en una choza de tres al cuarto que vale la mitad. Así que se la quedan ellos y usted les sigue pagando casi lo mismo que debía.
Oferta y demanda, el becerro de oro... ¿por qué no les desahuacian a ellos, por engañar sobrevalorando y luego despreciando la misma propiedad y garantía del pago? Para eso es una garantía, un aval, no para quedárselo a precio de saldo. ¡Banca pública, ya!