Tras las elecciones del 20-N (día en que la muerte de Franco coincidirá con la resurrección de Rajoy), el panorama político cambiará en España, y parece que bastante. Vamos, que el giro va a ser radical para que prácticamente se quede todo igual, pero luego en lugar de predominar un color predominará otro. En esencia, se trata de cambiar unos diputados por otros y unos senadores por otros. Los que hasta ahora han estado sentados en unos escaños, dentro de unos días lo estarán en otros, pero la mayoría dentro del mismo edificio, incluso de la misma sala.
Si realmente somos tan ilusos que pretendemos que sean esos mismos perros, pero con distintos collares, los que nos saquen las castañas del fuego a los españolitos, aviados vamos. Estamos inmersos en un sistema político bipartidista con forma de pescadilla que se muerde la cola cada equis años, donde los ciudadanos, con su falta de memoria a corto plazo (de memoria histórica ni hablamos), permiten un relevo intermitente de políticos de uno y otro signo que se conocen tan a fondo las reglas del juego que algunos hasta se las llegan a creer.
Ahora parece que ha llegado el final de un ciclo y el comienzo de otro prácticamente idéntico en el día a día pero bajo otras siglas. Unos se frotan las manos mientras otros agachan las orejillas y se preparan para unos años malos, hasta que los ciudadanos, cansados e indignados, pero incapaces de detectar el eterno y cíclico déjà vu al que los somete este circo político, vuelvan a las urnas y les quiten el hueso a unos para dárselo a los otros, que casualmente serán los mismos (o parecidos) que se quedarán sin él este 20-N.
Y la rueda seguirá girando y la pescadilla se seguirá acercando a su cola hasta volver a mordérsela.
Ahora que saben de qué va todo esto, que ustedes lo voten bien.