Selección catalana de fútbol
Ya que tenemos que dar gracias porque Catalunya ha armado la Selección Española (perdón, Selección Estatal, que España no existe) con nada menos que siete jugadores en la alineación titular y que prácticamente podíamos haber cambiado los colores de La Roja por los del Barça, ha llegado el momento de la plena autodeterminación y la independencia.
Tienen toda la razón Laporta, Puigcercós y demás libertadores del pueblo catalán, y no queda otra que destruir ese yugo imperialista y rancio de Madrid con su nacionalismo vil españolista.
Para empezar, bienvenida sea la Selección Catalana de fútbol, faltaría más. Pero para ser coherentes, habría que organizar también la Lliga Catalana de Futbol (sin acento). Nada de mezclarse más con la plebe mediocre del resto de la península. Eso sí que iba a tener emoción y nivel de juego: los duelos Barça-Tarragona o Girona-Lleida... sin contar los choques con equipos de poblaciones más pequeñas, pero con solera y pundonor, como el Mollerusa o el Matadepera. Así sí que iban a brillar de verdad las estrellas culés, en el universo del Principat.
Por fin dejarían de rebajarse a saltar al césped del Bernabéu, del Sánchez Pizjuán y de tantos otros estadios de ciudades sometidas al imperio del Oso y el Madroño.
Y en baloncesto y el resto de deportes, la misma revolución: cuando un equipo andaluz, gallego, vasco, manchego o murciano quieran aprender cómo se juega en tierras catalanas, con profesionales de verdad, que se inscriban en una competición internacional. Los espectadores serán los primeros en agradecer esta reorganización territorial, mucho más racional y propicia para la competición y el espectáculo.
Alcanzado ese status quo, sólo restará purificar un poco algunas alineaciones, de forma que la camiseta blaugrana, por ejemplo, únicamente puedan enfundársela los nacidos en Cataluña o los charnegos debidamente conversos a la fe del nacionalismo. La gente como Iniesta pueden quedarse, pero con ficha de extranjero comunitario.
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