Por José Luis Fernández Rodrigo
El responsable de Cultura (con mayúsculas) debería hacer gala de cierto civismo. No es que los concejales de otras carteras puedan comportarse como zopencos, está claro, pero parece que en el área del arte, la creatividad, el teatro... como que les presuponemos un plus de sensibilidad.
Por eso chirria tanto saber que el ibense Juan José Santoyo había pasado la minuta de su abogado –para un caso particular– a cargo de la caja de todos, de las arcas municipales. Estamos más acostumbrados a que los desmanes se produzcan en el Urbanismo (también con mayúsculas) y las obras en general, donde hay ladrillos, especulación y los máximos exponentes de la sacrosanta economía de mercado.
Pero –a lo que parece– este 'pecado' ha germinado de forma generalizada en nuestros políticos, estén en el departamento que estén: es la idea de que una vez que te han elegido en las urnas, ya lo tiene uno todo cubierto en cuanto a gastos se refiere.
Que si viajecitos a Madrid los fines de semana, que si tarjetita de crédito para mis cosillas, que si facturas de amiguetes pagadas dos o tres veces... en fin, que con pólvora de Rey, ya se sabe (hasta su yerno Urdangarín lo captó en seguida).
Y como cada vez que pillan a alguien después de meter la mano en el cajón, pues con silbar y mirar para otro lado hasta que escampe, ya vamos bien servidos. En este caso, Santoyo ha devuelto la pasta... cuando sabía que el PSOE iba a airear el pastelazo. Vaya ejemplo de ética. ¿Cuántos chanchullos parecidos estarán ocultos porque nadie los destapa?
¿Para cuándo una reforma legislativa que endurezca los castigos por estas conductas? La inhabilitación para cargo público tendría que ampliarse y aplicarse generosamente en estos tiempos.
El tópico de 'això ho pague jo!' del Capità Moro d'Alcoi, personaje imprescindible de Xavi Castillo, se está quedando en pura ficción: al menos entre la casta política, no se invitan ni a una ronda de gaseosas. Con ellos, paga l'Ajuntament sempre, forever.