La primera vez que leí que Duran i Lleida era el político mejor valorado, se me cayeron los palos del sombrajo. En un país (perdón, Estado) como España, donde abundamos los obreros que trabajamos con las manos, la gente que nunca ha estado ni estará obligada a hacer Declaración de Patrimonio, aunque vuelvan a poner ese impuesto tan justo y necesario, ¿cómo se explica que la gente alabe a un señorito, un senyoret como quiera llamarse él mismo?
Debe ser otra variante del Síndrome de Estocolmo, la de sentirse congraciado con quien secuestra la riqueza de tu tierra, porque él ya nació político profesional, acomodado y con sueldo pagado por todos nosotros de por vida. Que se sepa, este personaje lleva de cargo en cargo toda su vida adulta, después de licenciarse en Derecho. ¿Cómo se atreve a meter en el mismo saco a media Andalucía, todos “en el bar” pasando los días con el dinero del PER?
La miseria de las peonadas apenas llega a compararse con alguno de sus complementos salariales de diputado nacional, pajarete.
Una cosa es -como él ha querido luego matizar- que nos cuestionemos los subsidios pagados con fondos públicos, que yo daría únicamente a cambio de trabajar para la Administración, y otra es enaltecer a algunos catalanes egoístas como Duran i Lleida con el discurso mentiroso y facilón de que ellos pagan impuestos y el resto de los españoles viven del cuento con esos dineros.
A ver si hay suerte y en las próximas elecciones, esos dos millones y pico de andaluces que emigraron al norte del Ebro (y otros tantos catalanes con seny y buena fe que saben distinguir a los honrados currantes de los vividores de suite de hotel de cuatro estrellas) votan con justicia y le dan la espalda a ciertos mamarrachos.
Lo más triste es que lo que Duran i Lleida ha dicho en voz alta lo piensan muchos españoles. Recuerdo que una de las varias veces que me he sumado a una huelga, se puso en contra únicamente un compañero de la empresa, asturiano y buena gente. Nos sorprendió y le respetamos, faltaría más, pero cuando por curiosidad y, en confianza, le preguntamos si quería contarnos porqué, nos dejo a cuadros: “sí, hombre, voy ya a hacer huelga para que los andaluces cobren por no trabajar”. La protesta era por la reforma laboral que daba otra vuelta de tuerca a los derechos de todos nosotros, abaratando despidos, socavando la negociación colectiva para ir minando a los sindicatos... en definitiva, era otro avance hacia “la libertad de mercado” que tanta falta nos hace.