Todavía no hay presidente del Gobierno, ni sabemos si lo habrá, pero los 350 diputados y el chorreo de senadores ya tienen en sus casas sus respectivas tabletas electrónicas y teléfonos inteligentes, sin haber devuelto, en la mayoría de los casos, los aparatos que ya les dieron al comienzo de la pasada legislatura, hace medio año.
Vamos que, si las cosas siguen igual de mal y nos viéramos abocados a unas terceras elecciones, cada señoría acabaría el año, sin comerlo ni beberlo, con tres tablets y otros tantos smartphones. Por no hablar de las indemnizaciones ‘por despido’, 10.000 euros del ala, que ya ha cobrado cada uno (y otros 10.000 que cobrarían dentro de un par de meses si siguiéramos inmersos en el desgobierno). Menos mal que se les da la opción de pagarse ellos el ADSL en sus respectivos domicilios, un detalle.
Sólo en tablets, el Estado ya se ha gastado este año casi 800.000 euros, importe al que hay que sumar el coste de los teléfonos inteligentes y otros artículos ‘de primera necesidad’ para diputados y senadores, que luego no devuelven. Y con todas las facturas pagadas, cómo no.
Darle carpetazo a la legislatura y convocar nuevas elecciones nos ha costado a todos los españoles más de 3’5 millones de euros, que han ido directos, como decíamos, a los bolsillos de sus insignes señorías. A todo esto hay que sumar el coste de la segunda campaña electoral (más de 130 millones de euros de dinero público) más, obviamente, las abultadas nóminas que están cobrando los inquilinos de Congreso y Senado por ir a calentar el escaño y, a lo sumo, cazar pokemons con sus teléfonos nuevos. Más dietas por alojamiento, viajes, taxis y una sempiterna y escandalosa lista de gastos que pagamos todos a medias.
Llegados a este punto, no nos extraña lo más mínimo que nuestros políticos sigan sin aclararse. Así cualquiera. Lo primero no es pasar a recoger las tablets, arreglarse la ‘paguita’ y ver dónde se sienta cada uno, pero esta gente ha invertido las prioridades y nosotros se lo seguimos consintiendo. Sin embargo, si nadie viera un duro hasta que hubiera un gobierno, otro gallo cantaría.
No es que nos tomen por tontos y pasotas; es que, posiblemente, lo seamos. Menudo negocio.