Un jazmín en un estercolero
Los nervios están a flor de piel. El pueblo llano mira atónito cómo nuestra democracia, ese bien que recibimos como agua de mayo tras la dilatada sequía de libertades sufrida en la dictadura, se nos pudre entre las manos y no podemos hacer nada por remediarlo, excepto mirar al Cielo en demanda de un dios que esté por encima de nuestras miserias.
Los dos partidos que alternativamente nos gobiernan desde, prácticamente el estreno de nuestro régimen de libertades, se han tomado a nuestro país como a una vaca heredada y, aunque con distintos estilos, unos y otros acuden prestos a poner el cazo bajo sus ubres, ya exangües de tanto lameteo; se me podrá decir que no se puede generalizar ni todo cabe en el mismo saco, porque, casos de corrupción administrativa en forma de sobornos y apaños millonarios como los que se están destapando en torno al PP, no requieren el mismo tratamiento que los escandalosos despilfarros que continuamente se están perpetrando en autonomías y Gobierno Central en restauración de despachos fastuosos, coches principescos y sueldos sacados de la manga, los más de ellos como gratitud por haber desempeñado puestos de responsabilidad en el partido, en el que sea, puesto que en ese afán de ostentación, tanto el partido en el poder como el principal de la oposición corren casi parejos.
El Gobierno Central sigue empeñado en no recortar gastos superfluos, las autonomías se han convertido en virreinatos que sangran sin caridad al conjunto del país y el principal partido de la oposición está ofreciendo un espectáculo bochornoso y, no nos dejemos atrás a nuestra querida villa, Ibi, que con arreglo a sus fuerzas, no queda a la zaga en lo que se refiere a chapuceos y asuntos turbios, todo, bajo la capa del partido en el poder. Y en medio de esta orgía cuyo lema parece ser “trinca lo que puedas”, nos aparece el alcalde de Tibi, Jesús Ferrara y se baja su sueldo un 10%.
¿Qué no hay políticos honrados? ¿Qué todos son iguales? Mentira. Lo que pasa es que los limpios, los honestos, no son mayoría.
El señor Ferrara es la nota discordante en este orgasmo de egoísmos que vivimos y esto, quizás me da a mí licencia para desentonar con un toque de romanticismo, al afirmar que su decisión supone un brote de jazmín en un estercolero.
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