Con la pandemia, la solidaridad en la comarca se hizo más que patente. Las consecuencias del confinamiento y la posterior crisis económica supuso un cambio radical en la supervivencia de muchas familias que acabaron buscando ayuda a través de los ONG’s como Cáritas o Cruz Roja, principalmente. Estos dos colectivos aglutinaron gran parte de las ayudas provenientes de empresas y particulares anónimos que voluntariamente decidieron dar apoyo a los más vulnerables durante los momentos más difíciles de la crisis sanitaria.
Cuando la pandemia todavía sigue coleando en términos económicos, y también sanitarios, en determinados sectores, el conflicto en Ucrania vuelve a poner a prueba esa sensibilidad colectiva para ayudar a los más necesitados. Esta vez con más decisión si cabe puesto que esta tragedia humanitaria no tiene similitud en términos de destrucción de un país comparado con la Covid-19. La invasión de Rusia a un estado soberano ha generado el mayor éxodo desde la II Guerra Mundial –sin olvidar la crisis de refugiados tras la guerra de Siria–. Cuando tan solo llevamos un mes desde el inicio de la agresión ya se han cuantificado casi 3,5 millones de desplazados, y lo que queda. Este respaldo al pueblo ucraniano se ha diversificado en varios frentes; desde el envío de alimentos, ropa, higiene y medicamentos hasta la acogida de niños y familias que se han visto obligadas a dejar sus hogares.
Las instituciones públicas se han puesto a trabajar para recepcionar a las personas de la forma más humana y solidaria posible, buscando su integración en las poblaciones que empiezan a recibirlas. Este el caso de Onil donde cerca de 80 familias colivencas han solicitado al Ayuntamiento su adhesión al programa humanitario ofreciendo casas de acogida. La coordinación entre particulares, ayuntamiento, centros educativos y colectivos sociales y deportivos está siendo fundamental para poder aminorar en la medida de lo posible el sufrimiento de estas familias desplazadas, algunos de ellas alejadas de padres, madres, hermanos o hermanas que han decidido quedarse para luchar por su país.
El respaldo al pueblo ucraniano es una muestra sólida de cómo la sociedad occidental da respuesta a las consecuencias generadas por la barbarie emprendida por Putin y sus cómplices que de ningún modo debería haberse originado.