Por José Luis Fernández Rodrigo, periodista
Tal vez me equivoque en el pronóstico, pero hemos asistido a una década aproximadamente de multipartidismo, de un mapa político más fragmentado que de costumbre, que poco a poco va a volver al bipartidismo con algún leve matiz sin demasiada trascendencia.
Ciudadanos parece camino de la descomposición porque en sus entrañas siempre anidaron dos corrientes: la mayoritaria propensa a pactar con el PP, por un lado, y unos pocos que -aunque sin mucho entusiasmo- preferían aliarse al PSOE, más que nada, para alejarse de la vitola de la corrupción que arrastran los populares. A la larga, ese dilema se ha convertido en una losa, porque si forman coalición a su derecha, restan por el otro lado del electorado, y viceversa. No se puede jugar en los dos bandos. Y si a eso añadimos su indefinición, sin medidas muy concretas en su ideario, más allá de prometer la regeneración democrática o bajar impuestos, que siempre queda muy socorrido, pero que luego nadie cumple...
A la mínima que se han puesto nerviosos, además, empieza la desbandada al PP porque hay un detalle que muchos olvidan, y es que buena parte de sus cuadros territoriales venían de ahí, políticos de dudosas convicciones que habían salido por la puerta falsa de ese partido que ahora los acoge con los brazos abiertos para aglutinar voto. Luego ya veremos si les acomoda en puestos de salida en sus listas o en cargos públicos a dedo. “Roma no paga a traidores”.
Así que a medio plazo, Pablo Casado se presentará a las urnas con la oferta de un supuesto “centro-derecha” encaminado sí o sí a gobernar con la ultraderecha de Vox, que antes tenía dentro, en su seno, porque Abascal y su electorado, hasta hace cuatro días, votaban al PP. Buena parte de su base social son fieles e incondicionales que, con tal de que “ganen los nuestros” les da igual con qué compañeros de viaje. La incógnita está en saber si quienes buscaron renovación de la derecha en Ciudadanos se van a tragar los postulados xenófobos, autoritarios y franquistas, o van a huir a otras opciones políticas o a la abstención.
Enfrente hay otro proceso de depuración similar, en la izquierda, por diferentes causas. Pablo Iglesias e Íñigo Errejón han cometido el mismo error de la soberbia y de meterse en el papel de líder de un partido político convencional, nada que ver con su modelo más asambleario y colectivo que preconizaban con el espíritu del 15-M.
Cuando el primero impuso su voluntad en un congreso con aquello de “yo o el caos” poniendo a sus militantes en la tesitura de aprobar íntegra su propuesta, sin ser permeable a incorporar ideas y planteamientos de las otras familias dentro de Podemos, cayó en el mesianismo. Ahora, Errejón se toma la revancha y como sus siglas de Más Madrid tienen más tirón electoral, hace valer su fuerza para ignorar a Iglesias, le devuelve un poco de su jarabe. Entre los dos, allanan el camino a Isabel Díaz Ayuso, que había llegado al poder de carambola, porque perdió las elecciones ante Angel Gabilondo, pero la división del voto de la izquierda beneficiará otra vez a la lideresa popular.
En definitiva, PP y PSOE van a recuperar probablemente la voz cantante por los errores de los nuevos partidos (Ciudadanos y Podemos, surgidos en parte por el desencanto social) con los únicos matices de la fortaleza de Vox, que no es realmente una nueva formación política, porque siempre estuvo dentro del PP, y del nuevo panorama de los nacionalismos catalán y vasco. Al norte del Ebro, Felipe González y José María Aznar tenían disponible al marrullero Jordi Pujol, mientras que ahora los apoyos dependen del independentismo de ERC. Y en el caso de Euskadi, también hay un nuevo interlocutor, Bildu, que en la anterior era bipartidista no existía porque sus antecesores se dedicaban también al terrorismo o a jalearlo.
En estos nuevos escenarios de pactos, la derecha lo tendrá peor porque ha sacado demasiada bandera españolista y se ha cerrado muchas puertas. Ojalá me equivoque, pero eso radicalizará su discurso y vamos a tener que aguantar auténticas “peleas de gallos” (como las de los raperos) entre Vox y PP para ver quién es más salvapatrias. El espíritu del 36 podría resucitar.