Menuda legislatura está a punto de acabar en Ibi. El tópico de que “la política hace extraños compañeros de cama” hay que ponerlo al día y ampliarlo, después de ver las “desavenencias conyugales” de los concejales del Partido Popular. Siguiendo en esta jerga tan familiar, me pregunto si hace cuatro años, fueron juntos en una misma lista electoral porque formaban un “matrimonio de conveniencia”, si era para conseguir los “papeles”, como estas uniones fraudulentas de inmigrantes repentinamente enamorados, o si sencillamente les ha fallado la convivencia y sufren “incompatibilidad de caracteres”. La pregunta viene ahora: “¿quién se queda con los niños?” Porque los grandes damnificados, como en las separaciones sentimentales, son ellos; pensando en clave políticos, somos nosotros, por el desgobierno y la gestión errática.
Antonio Granero va llorando por los rincones porque alguien le ha quitado la cartera y su presupuesto se esfumó sin consultarle siquiera, mientras Rafael Pastor da un portazo indignado porque otros compañeros están siendo investigados en los juzgados, y para qué vamos a acordarnos de las conversaciones de Onsurbe con el impresor, o con las pestes que han salido de Felicidad Peñalver…
Antes de presentar la nueva candidatura, los populares tendrían que haberse montado una especie de Gran Hermano en Foiaderetes, por ejemplo, meterse en una cabaña estos días de mona de Pascua, para conocerse de cerca y que luego ningún díscolo la líe parda.
Bromas aparte, que ahora Ana Sarabia se presente con los centristas del Centro Democrático Liberal (CDL) del incombustible e incansable Juan Francisco Valls también anima estas elecciones que se avecinan.
Como siempre, me suele dar esperanzas ver que se divida el voto al máximo, que el poder se tenga que repartir, negociar, consensuar… lo que los conservadores siempre detestan, que la asamblea se vuelva “ingobernable” por no tener mayoría nadie. Cuantos más ojos vigilen la caja y más tenga que ceder quien tiene la vara de mando, mejor para todos. Ojalá tuviéramos un sistema proporcional puro, con un mínimo de sólo un 1% de los votos para obtener representación y, además, que se contarán los votos en blanco y estuviera prohibida la abstención. Para que los lectores se hagan una idea, en la mayoría de ayuntamientos, en las Comunidades Autónomas y en el Congreso de los Diputados, seguramente la tercera fuerza más votada sería hoy la de los votos en blanco. Y molaría ver todas esas butacas vacías, para que los políticos espabilen y se ganen el puesto.