Bromeaba la periodista Pepa Fernández en el programa de Radio Nacional ‘No es un día cualquiera’, cuando se emitió en directo desde el Teatro Río, con el significado de la expresión ‘pillar (a alguien) con el carrito del helao’.
Es, sin duda, una expresión muy de estas tierras, sobre todo de los pueblos con tradición heladera, pero generalmente ya se utiliza en toda España como sinónimo de sorprender a alguien in fraganti, con las manos en la masa, haciendo algo indebido que se pretendía mantener en secreto.
Por eso suele provocar tanto fastidio cuando un medio de comunicación, haciendo uso de su legítima función informativa, airea las miserias de alguien a quien han pillao con el carrito del helao. Con lo cómodo que ha sido siempre, para políticos y empresarios sin escrúpulos, trapichear, robar y mover hilos sin que nadie se enterara, tiene que llegar ahora la prensa a desmontarles el chiringuito (o el carrito).
Pues sí, oigan, ya está bien de impunidad y de robar a los pobres para quedárselo los ricos. Ningún escándalo de estas características puede quedarse sin publicar, afecte a quien afecte, sean expresidentes de gobiernos autonómicos, yernos de monarcas, o concejales y funcionarios con las manos largas.
El hecho de que estos asuntos estén en los tribunales no implica que los ciudadanos no tengan derecho a estar informados y a saber qué está pasando en su país, en su comunidad y en su pueblo.
Tampoco vale decir que ese seguimiento informativo alienta un juicio paralelo, donde los veredictos suelen ser dispares, porque el pueblo es soberano y muchas veces más sabio que esa Justicia viciada que en numerosas ocasiones no hace más que perder tiempo y dinero para que el acusado se vaya de rositas y mofándose de todo y todos.
En definitiva, amigos, que si no quieren que se sepa, no lo hagan. Así de fácil.