Año nuevo ¿año bueno?
Desde que tengo uso de razón, esto es lo que, con nuestra mejor voluntad, nos venimos deseando unos a otros cuando llegan estas fechas. Desde hace dos años, empero, nuestros deseos parecen haberse atemperado haciéndose más modestos y nuestras aspiraciones apenas llegan a un: que el año entrante no sea peor que el pasado. Aunque el pesimismo siempre fue un mal compañero de viaje, el panorama que tenemos ante los ojos no da para muchas alegrías, si acaso, para no perder las esperanzas de sobrevivir; esto, además de un derecho, debemos imponérnoslo como obligación. Hay muchas familias, cada vez más, que están llegando al límite de sus posibilidades, para las que aquello de que: Dios aprieta pero no ahoga, se está transformando en: Dios aprieta pero no afloja.
Cuando repetidas encuestas dan como resultado que la clase, o casta política, ha alcanzado el rango de ser la tercera calamidad social que más preocupa a la ciudadanía, no queda uno como para mostrar la muela del juicio –de la risa, quiero decir–. Ni para sentirse optimista porque, ante el panorama político que tenemos ante las narices, sería pasar de la cándida ingenuidad, a la más pura ignorancia y, lo más grave del asunto es que nuestros principales mandamases no dejan de corroborar lo lejos que viven de la realidad del pueblo llano, en las más de sus intervenciones públicas. El presidente de los españoles, que hasta anteayer, como quien dice, no se había enterado que estábamos en crisis, ahora nos cuenta que nos quedan, al menos, cinco años más de fatigas, (se refiere a las clases trabajadoras, no a los dirigentes políticos) lo dice por decir algo, porque lo nuestro no lo curan ni en Lourdes.
Por otra parte, don José Blanco, el ministrazo, acaba de descubrir la pólvora aclarándonos que todos nuestros males se derivan de la burbuja inmobiliaria creada y engordada durante el gobierno de J.M. Aznar, cuando hasta el más lerdo sabe que, en el gran desatino inmobiliario, si pusiéramos al gobierno Aznar en un platillo y al gobierno Zapatero en otro, la balanza quedaría en su punto fiel.
Con el sector de la construcción utilizado durante dos décadas como refugio de especuladores, en vez de como necesidad social, han brotado los nuevos ricos como los hongos en los estercoleros, pero se ha sacrificado a una clase media compuesta por la inmensa mayoría de los españoles y, el desenlace de esta novela negra todavía está por conocerse, por eso, lo más prudente, tal vez sea pedir al nuevo año que mejore la situación de los más necesitados y no empeore la de los demás.
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