Frases vacías, promesas hueras y retórica manida por el uso y el abuso; nada, en fin, que nos proporcionara ese clavo ardiendo al que agarrarnos los ciudadanos, que nos hiciese atisbar ese punto de luz al final del túnel de incertidumbres en el que estamos metidos.
Confieso mi ingenuidad, al esperar con cierta esperanza el resultado del mano a mano entre los dos líderes de los partidos mayoritarios de nuestra política nacional, pero la única conclusión, es la millonada que ha costado tal evento a los magros bolsillos del erario público. En tertulias y debates se plantean cual de los dos contendientes ganó; yo diría que ninguno y que perdimos, como siempre, los ciudadanos. Yo esperaba que ambos prometieran –al menos prometieran para conformarnos– el firme propósito de declararle una guerra sin cuartel a males endémicos de nuestro país, como son la corrupción, la sangría de dinero a paraísos fiscales y el abuso y despilfarro que se viene perpetrando de forma sistemática por parte de dirigentes políticos y banqueros.
El señor Rajoy descubrió la pólvora al asegurar, reiteradamente, que la clave del asunto estriba en que se produzca más y se achique el desempleo, porque del fruto del trabajo y de los impuestos que genera, depende que haya dinero suficiente para que se sostenga la Sanidad, Enseñanza y otras prestaciones sociales de primera necesidad, lo que no dijo es cómo, sí, esbozó algo como estimular a las Pimes, dándoles algún dinerillo cuando contraten a un nuevo trabajador, yo le diría que las pequeñas empresas y trabajadores por cuenta propia, más que limosnas, lo que necesitan es amparo jurídico para cobrar los trabajos que hacen, porque, además de la escasez de pedidos, tienen enemigos no menos corrosivos, como son: la competencia desleal por parte de quienes no están ni dados de alta, ustedes con sus impuestos abusivos (teniendo en cuenta la situación de estrechez por la que atravesamos) y esa, ya endémica falta de seguridad en que el trabajo que realicen lo van a cobrar.
En fin, todo hace suponer que no tenemos posibilidad de salir de la bicefalia compuesta por la gran fuerza política, PSOE y PP, que, alternativamente, nos viene gobernando prácticamente desde que se instauró la democracia. Justo es reconocer que con ambas formaciones políticas, nuestro país ha alcanzado grandes logros, pero que han llegado al límite de su capacidad de gestión. Andan horros de ideas innovadoras.