Por J. J. Fernández Cano
La semana pasada presencié unas imágenes en la ´tele´ que me llamaron poderosamente la atención: una visita del candidato de Podemos, Pablo Iglesias, al Círculo de Economía, un club de empresarios que a priori no sintoniza demasiado con sus ideas. El hecho en sí no tenía nada de particular, o especial, puesto que estamos en precampaña y es bueno que tanto sectores de la economía, como de cualquier otro ramo de nuestra sociedad, se entrevisten con los candidatos políticos que pueden representarnos en un futuro muy cercano, espero, esperamos. Yo diría que más que bueno, es necesario que intercambien impresiones sobre la manera de guiar nuestro país, si no de la mejor, sí al menos de la forma menos mala.
Tras las presentaciones de rigor, el presidente de dicho club ya comenzó a gastarle bromas a Iglesias preguntándole sobre la conveniencia o no de quitarse él, el propio presidente, la corbata. Algo que no venía muy a cuento, puesto que el candidato de Podemos, en contra de su costumbre, portaba dicho signo de ´distinción´ rodeando su cuello: una corbata fea y mal anudada, sin duda por falta de costumbre, pero corbata, al fin y al cabo. A continuación hubo otras bromas de parecida índole y similar sustancia por parte del presidente anfitrión, que posiblemente hicieran gracia a sus más íntimos. Aunque la pregunta de gran calado, la que al parecer el anfitrión consideró importante para definir si un candidato ofrece garantías de estar preparado para dirigir nuestro país, la transcribo tal como la oí: Señor Iglesias, le voy a hacer una pregunta de altura: ¿Usted cree en Dios?
Esta actitud nos induce a pensar que una considerable parte de nuestra ciudadanía sigue convencida de que todo aquel que no crea ciegamente en Dios, en el nuestro, que es el ´verdadero´, claro, es mala gente; son rojos de los que no se puede esperar nada bueno.
Afortunadamente estas posturas cerriles van cediendo paso a una Iglesia Católica más abierta, que aunque le falte bastante que abalear para que el trigo le salga limpio de granzas, ya ha pedido perdón por sus viejos pecados. Con el actual Papa Francisco parece abrírsenos una iglesia más acorde con nuestros tiempos y sobre todo, con la línea seguida por Jesucristo, aquel hombre que aseguran que además fue Dios y que vivió y murió defendiendo a los más desfavorecidos de la fortuna. Sí, Aquel de las Parábolas, que contaba aquello de las incompatibilidades entre el Reino de los cielos, el rico, el camello y el ojo de la aguja. Me pregunto si llevaría corbata…
Aunque no practico mucho, soy católico, no solo porque así me bautizaron, sino más bien por esos cambios que estamos viendo en nuestra Iglesia, que parece cada vez más empeñada en paliar el hambre de los hambrientos, que cada vez son más. Me pregunto qué pensará este Hombre-Dios que crucificamos cada año en Semana Santa, sobre esta mezcla de corruptos y hambrientos que circulamos por el mismo camino. Que navegamos en el mismo barco.