Por J. J. Fernández Cano
Estaba cantado. Se veía venir a la legua: Pedro Sánchez y sus ideas renovadoras, sobre todo regeneradoras para nuestra maltrecha democracia, encarnaba una lucha tan desigual como la de David y Goliat, con la diferencia de que en el pasaje bíblico ganó el bueno, y en la vida real siempre, o casi siempre, gana el poderoso.
No digo que el exsecretario general del PSOE y excandidato a la Presidencia del Gobierno fuera o sea un dechado de virtudes, tampoco que su discurso no haya caído en alguna que otra contradicción, puesto que hasta el mejor escribano echa un borrón y a la chica más fina y exquisita se le puede escapar un pedo en el momento más inoportuno, pero esto no quita para poder afirmar que al señor Sánchez se le veían, y se le siguen viendo trazas de ser capaz de dar al PSOE una buena remozada; de llevarlo a recuperar aquellos cien años de honradez ya perdidos por la erosión del tiempo y por los vicios del poder.
Yo diría que Sánchez, a lo largo de su andadura (más bien corta para mi gusto), ha tenido de todo menos suerte. Comenzó la cuesta de su calvario con los resultados de las primeras elecciones, las de diciembre. Las posturas enfrentadas entre los dos nuevos partidos: Podemos y Ciudadanos, por la trasnochada cuestión de ser de izquierdas o de derechas, dinamitaron la posibilidad de una coalición entre el PSOE y los dos partidos ya mentados, lo que, probablemente, hubiera hecho posible el logro del tan ansiado cambio que nuestra democracia necesita como agua de mayo.
A partir de ahí las cosas fueron de mal en peor; cada paso que intentaba dar Sánchez para formar gobierno, una piedra le estaba esperando delante del pie y -¡qué vergüenza!- las piedras más gordas y con más aristas se las ha puesto su propio partido; la vieja guardia del PSOE, que no se resigna a apearse de los privilegios que le otorgaba el bipartidismo que nos ha venido gobernando durante la mayor parte de nuestra andadura democrática. ¡Qué bien acomodados estaban PP y PSOE representando ese teatrillo de barrio que culminaba con políticas cada vez más antisociales!
Si Dios no lo impide (y yo no creo en los milagros) el horizonte que tenemos ante los ojos es bastante sombrío. El PSOE, tras el bochornoso espectáculo protagonizado en Ferraz, va a quedar tan maltrecho, que no sé si encontrarán suficiente hilo para remendarlo, y esto, por más que se matice, pone las cosas a huevo al PP: lo que se traduce en que las clases medias de nuestra sociedad seguirán descendiendo a clases bajas y las bajas al infierno de la exclusión, en tanto que los ricos serán más ricos. La estrategia del PP, de permanecer quietos mientras los demás se despedazan entre ellos, ha dado mejores frutos de los que ellos mismos se hubieran atrevido nunca a soñar. Tenemos Rajoy para rato. Me temo.