Bueno, pues ya tenemos nuevas elecciones a la vista. Quienes confiaban en un presidente elegido in extremis, como era el caso de este periódico (y así se lo hicimos saber a nuestros lectores en un par de editoriales) han visto su gozo lanzado impunemente al fondo de un pozo.
Sea por culpa del PSOE, de Podemos o del Espíritu Santo, lo cierto es que en el Congreso de los Diputados, y durante cuatro meses, nadie ha sido capaz de ponerse de acuerdo con nadie para dar a este país un presidente como es menester. Aunque, visto lo visto, son legión quienes defienden que tampoco hemos estado tan mal sin nadie al timón. Sin el habitual humor español, a ver quién es el guapo que aguanta esta descarada tomadura de pelo, porque la indignación puede llegar a ser hasta peligrosa si nos paramos a pensar en el dinero público malgastado durante todo este tiempo en sueldos y prebendas para los 350 diputados y 266 senadores, en total casi 620 rémoras, que han jugado a ser políticos, tensando de paso la cuerda de nuestra paciencia.
Lo primero que hicieron, nada más llegar, fue recibir sus correspondientes tabletas electrónicas y teléfonos de última generación, que algunos tras las próximas elecciones tendrán que devolver o pagar si quieren quedárselos (pero, mientras, los siguen usando y las facturas se las pagamos entre todos; ¿quién dijo miedo habiendo contribuyentes?).
A continuación, se preocuparon de otra cosa de extrema importancia: coger sitio, como si fueran niños de Preescolar al comienzo de curso. Sus señorías se pasaron varios días mareando con la matraca de dónde se sentaba cada uno, pataleando si no les gustaban los escaños asignados y choteándose de toda una sociedad que, en ningún caso, ni se esperaba ni se merecía este lamentable espectáculo.
Después, aprovecharon los medios de comunicación y las redes sociales para lanzarse mutuamente reproches y bravatas, sin un objetivo claro y dejando pasar el tiempo. Ni siquiera el perro del hortelano hubiera sido tan cansino e indeciso a la hora de elegir entre no comer o no dejar comer.
Y en esas estábamos cuando la pelota ha vuelto a pasar al tejado de los ciudadanos, que el 26 de junio tendrán que hacer algo que ya hicieron en diciembre, por si esta vez sonara la flauta... Vaya tela.