Confieso no estar muy enterado de los detalles, o pormenores que guiaban la manifestación que tuvo lugar el pasado sábado en Ibi (dados los resultados, tal vez merecería llamarse fantasmada) pero por la información que he recopilado en la calle, deduzco que se reivindicaba algo así como que no se diese un puesto de trabajo a un extranjero, mientras hubiera un español dispuesto a ocuparlo, pretensión que a mi juicio, no sólo atenta contra el régimen que nos gobierna, llamado democracia, sino contra la esencia misma de los más elementales derechos del ser humano.
Podrá decirse, no sin cierto fundamento, que un buen número de inmigrantes han adolecido del necesario afán por integrarse en estas tierras que, mal que bien, les han acogido, esto es, no ciñéndose del todo a nuestras normas y formas de trabajo y convivencia, tal vez no han tenido tiempo de tanto. En cualquier caso, un trabajador que no se acopla a las normas establecidas en el lugar que ha elegido como tierra de adopción, no necesita que nadie le condene, se condena él solo, puesto que terminará por no encontrar un puesto de trabajo y su final será caer en manos de desaprensivos que actúan fuera de toda legalidad, o se verán obligados a emigrar a otro lugar, o sea: en su propio pecado llevarán cosida la penitencia.
El disparate estriba en hacer tabla rasa y pretender meter en el mismo saco a todos los inmigrantes, puesto que los hay que cumplen como honestos trabajadores y por tanto tienen todos los derechos a ocupar un puesto de trabajo, independientemente de sus orígenes, color, sexo o religión. Anteayer, como quien dice, las labores del campo y buena parte del servicio doméstico, las realizaban inmigrantes. Cuando ha saltado en pedazos la diarrea urbanística y muchos de los trabajadores que albergaba este sector han querido retomar sus trabajos en las explotaciones agrícolas, los empresarios de este colectivo ya se habían acostumbrado a solucionar sus temporadas de recolección con trabajadores extranjeros ¿acaso tendrían estos empresarios que prescindir de los servicios de estos extranjeros en beneficio de los españoles sólo por el hecho de serlo?
Con los emigrantes españoles de los años 50, 60 y 70 se cometieron tremendas injusticias en Alemania, Francia y Suiza, sobre todo cuando azotó a Europa la llamada Crisis del Petróleo, ¿se pretende que hagamos nosotros ahora lo mismo? ¿En nombre de muros y fronteras que siempre se amasaron con sangre? Creo que no.