La semana pasada se fue de vacaciones la primera tanda de afortunados españolitos. Doblemente afortunados, deberíamos decir, primero por tener un puesto de trabajo y segundo por poder irse tan pronto de vacaciones. El resto se las tomará durante julio y agosto, y algunos, los más espabilados, a partir de septiembre, que es cuando no agobian ni los turistas ni el calor.
Los primeros en salir ya han podido volver a circular por autovías y autopistas a 120 kilómetros por hora, puesto que el Gobierno de España decidió volver a cambiar las señales que había sustituido unos meses antes por las de 110. Se han invertido (o, mejor dicho, nos hemos gastado) más de 200.000 euros para cambiarlas y otros tantos para descambiarlas. Y esperemos que de aquí a las elecciones no les dé por volverlas a cambiar, porque en ese caso habrá señales que tendrán más capas que una cebolla. De todos modos, esa posibilidad no es muy probable que se dé, porque la medida, aparte de dudosamente útil, es muy poco popular (referente al pueblo, no al partido).
Si se trataba de ahorrar, de momento se han gastado cerca de 500.000 euros, que de tenerlos a no tenerlos se nota. Y, aparte, como no se aunaron criterios, en cada sitio usaron la técnica que más les convino (una pegatina, un imán o un simple parche con un 1 encima del 2 y viceversa), lo que deja constancia de la improvisación de nuestros gobernantes y acentúa en el ciudadano de a pie esa sensación de vivir a salto de mata y con el cuerpo en un ay.
Hay otros ejemplos, hasta el hartazgo, por los que muchos piden elecciones anticipadas, creyendo ingenuamente que en el cambio del color político está la solución. Desde luego, el aire se renovaría, pero si la legislatura es de cuatro años, hagamos las cosas bien y dejemos que se agote.
Veamos cómo nos pueden volver a sorprender hasta entonces.